Desde 1846 hasta 2013 Loewe ha sufrido todo tipo de vaivenes: desde los empresariales hasta los más sentimentales y familiares. Un comercio familiar terminó estando en manos de una multinacional. Y, entre tanto, la guerra civil española, la segunda guerra mundial, atentados, y demás historias hacen hoy de Loewe un símbolo de antigüedad e historia. Rumasa con Ruiz Mateos se interesó por esta firma, pese a que Enrique Loewe Lynch junto a su padre Enrique Loewe Knappe volvieron a controlarla, en un escenario en donde el PSOE hacía de las suyas, y finalmente terminó en manos de LVMH. "No me importa quién lo controla, sino cómo se transmite", atestiguaba Enrique Loewe, quien deja la fundación en manos, por decisión de la dirección de la empresa, de su hija Sheila Loewe Boente.
Esta semana Enrique Loewe Lynch se ha despedido de la firma que recibe el nombre de su apellido; pero no lo hace en su totalidad, sino parcialmente, en cuanto a su presidencia de la Fundación Loewe. Presidencia que obtuvo en 1988 desde la creación de un organismo interno para la casa con el fin de apoyar a jóvenes talentos, desde la música, la poesía, hasta la danza y pasando por la tauromaquia. "Se me ocurrió proponerle al consejo de administración de LOEWE que creáramos una fundación para dar oportunidades a jóvenes, centrándonos sobre todo en el campo de la poesía, como arte de los más abandonados. Probablemente, sin poesía, la vida tendría otro sentido". Así me explicaba Enrique en una entrevista que me concedió en 2010 en la taberna vasco-navarra Pimiento Verde.
Desde entonces y hasta hoy Enrique me ha brindado su apoyo en cualquier causa que coincidiera con aquella estética que crea una ética, si nos ponemos sensibles. Le llamé mi mentor –o él se asignó aquel ‘puesto’, como a veces dice- por lo mucho que he podido estar aprehendiendo de él, y lo mucho que aún me queda, ya que, como también me dijo hace unos meses, ahora tiene más tiempo para dejar huella en las nuevas generaciones.
Podemos atribuirle el comienzo de la dinastía de los Loewe a Enrique Loewe Roessberg, bisabuelo del Enrique, que esta semana se ha jubilado con 72 años –que, como él mismo me comentó un día, es "6 años más tarde de lo que debería haber sido"-.
Fue 1846 el año en el que nació la firma como tal, tras afincarse modestamente en Madrid el fundador alemán de la marca. Después de Roessberg, el heredero de la casa de lujo fue Enrique Loewe Hinton, cuya hermana Julia tuvo dos hijos, fruto de un matrimonio con otro heredero del ‘Imperio’ de la firma cervecera de origen alemán Mahou. Así, Germán y Enrique Loewe Knappe –este último padre del Enrique al que le dedico esta extensa columna- fueron la tercera generación de toda una historia presente.
¿Qué es el lujo para Enrique Loewe Lynch?
Cuando digo ‘casa de lujo’ es importante recordar las no muy lejanas palabras de Enrique Loewe Lynch el verano pasado en unos cursos de Aranjuez, promovidos por su amigo y compañero de trabajo, el sociólogo Pedro Mansilla: "nosotros no somos lujo; hacemos con pasión y con calidad nuestros productos. Y, al parecer, Loewe terminó siendo lujo, pero no era lo que buscábamos y menos aún lo denominábamos así". La gran pregunta que nos podemos plantear sería: qué es, por tanto, el lujo desde la visión del bisnieto del fundador de Loewe.
"En la naturaleza hay buen gusto" – ¿alusión al código Fibonacci? - "el lujo del silencio, de la música... hablo de un lujo no basado en el objeto pero sí en el espíritu y en la sensibilidad. La naturaleza me carga de energía", contaba Enrique L. Lynch en Aranjuez en 2012. He aquí por tanto el lujo sensorial.
Llevamos ya 3 programas seguidos en Es la Noche de César hablando del lujo con Don César, intentado definirlo desde su etimología -‘luxu’ y ‘luxatio’, del latín ‘exceso’ y ‘desviación’-y abarcando esta materia desde un enfoque piramidal del lujo francés en contraposición al lujo atribuido al modelo-galaxia de los EE. UU. Loewe, a mi modo de ver, estaría a caballo entre el piramidal y el norteamericano. Absorbe lo mejor de uno y de otro.
Entretanto, Don César me preguntó: "Y en España, ¿el lujo a qué tipo pertenece?". Le tuve que responder que en España no se hace lujo de verdad. Por supuesto, Loewe sí lo es. Podemos decir que es la única firma de lujo que además es conocida en el mundo entero. Supongo que el lujo al que se refería Enrique Loewe Lynch es al lujo sensorial, a aquel lujo que no se ve, pero que sí se siente. Como dijeron en el homenaje que se le hizo el pasado jueves 14 de marzo en el Museo del Traje, lujo es tiempo y experiencia.
"Está en crisis la humanidad: no nos entendemos bien. Están cambiando nuestros propios valores mientras estamos sumergidos en una sociedad consumista", atestigua. Lujo no es solo aquello que brilla, reluce, que es exclusivo y carísimo para el que ha sido hasta esta semana presidente de la Fundación Loewe. Entonces, ¿qué es en realidad? "Podemos tener una nueva visión del lujo como lo es la artesanía como búsqueda de raíces históricas. Y, por lo tanto, la artesanía permite acumular sabiduría aportándole humanidad a los objetos". Ante una sociedad obsesionada con la adquisición de bienes materiales, Enrique Loewe Lynch responde con un "no es tener más cosas, sino comprenderlas", haciendo referencia, así, al lujo del tiempo, del espacio, de la cultura y sobre todo de la propia búsqueda de la esencia del individuo. Eso es lujo.
Rumasa y LVMH, con ansias por poseer Loewe
Así pues, retomando la historia, Enrique Loewe Lynch es hijo de Enrique Loewe Knappe, quien el pasado otoño cumplió 100 años. Una historia que deja tras de sí alegrías y tristezas, riesgos ante los cuales a veces la solución es optar por lo seguro con el fin de garantizar el éxito.
Hablamos de 1979, cuando Ruiz Mateos, con su empresa Rumasa, comprarala parte de Germán Loewe Knappe, tío de Enrique Loewe, protagonista de este reportaje. La situación por aquel entonces en la familia no estaba del todo equilibrada. Mientras que el padre de Enrique Loewe Lynch miraba hacia el futuro –pues tomemos como ejemplo la tienda de Loewe en la shopping gallery del Hilton de Londres que terminó volando por los aires tras un atentado del IRA-, su hermano Germán Loewe Knappe se centraba más en la burguesía catalana con el deseo de que este fuera el público de la casa.
Y, para ubicarnos mejor en la trama, mientras Enrique L. Knappe dirigía la empresa desde Madrid, su hermano Germán lo hacía desde Barcelona. Así, Rumasa se hizo con el 30% del accionariado de la empresa que pertenecía a Germán, porcentaje suficiente para controlar decisiones. Pero unos años después, Enrique L. Lynch junto con su padre consiguieron recomprar las acciones.
"Tuvimos la mala suerte de nacionalizarnos con Rumasa, quien quería comprar la empresa familiar" –cuenta- "a los 3 años de entrar el PSOE lo nacionalizaron. Es muy socialista nacionalizar". Aunque, en palabras de Enrique L. Lynch, no importa quién lo controle sino cómo se transmite, como narraba al comienzo.
De esta manera, en 1983 el Felipismo expropió Rumasa, pasando el Estado a liderar la firma de lujo hasta la reprivatización. Hubo numerosas ofertas para la compra de la compañía, entre ellas las de Enrique Loewe Lynch. Y en 1986 Enrique bisnieto creó la sociedad Enrique Knappe S.A. El padre y el hijo tuvieron una batalla con el registro de la propiedad industrial, paralelamente a los acuerdos que mantenía con Louis Vuitton con el fin de expandir Loewe por todo el mundo. Y tras muchos años de inestabilidad Loewe fue vendido en 1996 al conglomerado de lujo LVMH –Louis Vuitton Moët Hennessy-, liderado por Bernard Arnault, que controla múltiples firmas de lujo como Givenchy, Donna Karan, Fendi, Kenzo, Marc Jacobs, Dom Pérignon, Veuve Clicquot Porsardin, entre una lista larga.
"Cuando Vuitton intentó modernizar Loewe intentaron hacerlo quitándole el alma a Loewe", contaba Enrique, con cierta nostalgia, mientras proseguía relatando que estar en una oficina de Louis Vuitton era como estar en un banco.
Enrique Loewe Lynch ya estaba dirigiendo la empresa desde 1965, y durante más de 30 años se dedicó a promover la ‘marca España’ desde la artesanía. Fue quien hizo posible el prèt-â-porter femenino así como la introducción de Loewe en la perfumería de lujo. Además, trajo a Giorgio Armani.
Ahora, su hija, Sheila Loewe Boente, quinta generación, le sucederá en la Fundación Loewe. Al igual que el padre de Enrique Loewe Lynch, puesto que éste era de letras –licenciado en Económicas por la UCM, apasionado del piano y del tango- y él de ciencias –quien hizo la carrera de astronomía en Alemania-, no consideraba que su hijo fuera la mejor opción para la dirección de la firma. Sin lugar a dudas, los hechos hablan por sí solos. Y la misma sensibilidad que puede sentir Enrique por la música la traslada a la artesanía. Armonía, fidelidad, inspiración y selección de pieles son los 4 rasgos que reúne Loewe para Enrique, nuestro Enrique.