No hace mucho que nos despedimos de los míticos zapatos rojos de Benedicto XVII, quien requería a su zapatero, el italiano Adriano Stefanneli, que su calzado fuera de un rojo muy vivo para simbolizar la sangre de Jesucristo. Ahora le toca a las franelas de algodón de Hugo Chávez, que, con entusiasmo, abusó del color de la pasión y de la revolución para que formara parte de su discurso.
Recuerdo con bastante interés aquellas declaraciones que dio afirmando, entre paradojas e ironías, "¿¡Por qué tenemos que andar todo el tiempo con camisa roja?¡ La gente que se viste toda roja es sospechosa", Hugo dixit. Esta fue la respuesta a aquella camiseta amarilla, combinada con unos pantalones marrones, -¡horrorosa combinación!-, que lució el día de su 57 cumpleaños. Quizá el cáncer que entonces empezaba a padecer le hacía sentirse más espiritual y menos agresivo. "La camisa amarilla no tenía ninguna intención política. Buscaba una camisa y salió una ‘amarillo pollito’, y me dije: ¡esta es!", así proseguía Huguito contando sus hazañas con el armario.
No es la primera vez que un dictador abandona su ‘uniforme de poder’ por una enfermedad. Fidel Castro tuvo que abandonar su guerrera oliva verde por recomendación de su médico y, tras unos meses en el hospital, en 2006 su nuevo uniforme se convirtió en un chándal de la Federación Cubana de Atletismo. Lo más llamativo de todo esto fue el choque con el concepto de "comunismo" del líder cubano, al aceptar llevar en el pecho Adidas, firma alemana y producto de Capitalismo.
Y dicen que si el maestro es malo, su discípulo es aún peor –en esta sección, me refiero a la vestimenta y no otras cuestiones políticas; eso se lo dejo a otros de la casa-, así que Hugo mamó de todas las tendencias que ponía de moda el dirigente cubano para llevarlo a su terreno. La comodidad de Fidel Castro, quien desde 2006 no abandona el chándal salvo en unas contadas ocasiones para algunos actos puntuales, influyó en que Chávez se hiciera con una sudadera con los colores de la bandera de Venezuela. ¡Por supuestísimo, que nunca falte, debajo había una camiseta roja!
"Yo soy un soldado, un campesino, un obrero", era el lema que no dejaba de repetir el recién fallecido. Sin embargo, tales palabras chocaban con los más de 329.000 dólares que destinaba para abastecer su guardarropa caracterizado por escaso gusto. Destacan además otras inversiones importantes para algunos en otros productos de belleza de lujo que poco pudieron hacer. Al no saber cómo justificarlo, el venezolano aseguraba que sentía vergüenza pero que era algo necesario para mantener su rol de representación del país ante el mundo entero. Lanvin, Hermés, Cartier eran algunas de las muchas firmas de lujo que consumía como un enfermo por la moda cara; esas al menos eran francesas, pero cuando se subía a unas deportivas de la firma americana Nike chocaba bastante con las continuas pestes que echaba sobre los "yanquis".
Con Hugo Chávez se nos va un ‘comandante’ que abusó del rojo como símbolo de la revolución, la pasión, la sangre, el fuego, y me atrevo a decir que también del infierno. No sabemos adónde habrá ido en relación a esto último, pero que nunca le falte el rojo, Señor Chávez.