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Rosa Belmonte

Esas mujeres de negro

'El País' pretendió equiparar la imagen de estas dos abogadas del Estado dedicadas a la política con la España negra de Puerto Hurraco.

María Dolores de Cospedal nunca está más guapa que cuando se pone la mantilla, la peineta y las perlas. Ya sea en el Corpus de Toledo o en el Vaticano aprovechando el doctorado de San Juan de Ávila. Lo más destacado que ha hecho Cospedal en el cargo es vestirse de 'manola'. Atención al titular de elpais.com: "Santamaría y Cospedal, de mantilla en un acto religioso en el Vaticano". No sé dónde está la noticia. En todo caso estaría en que fueran con la cabeza sin cubrir, en que se hubieran puesto pamela o en que la mantilla fuera blanca como la de las privilegiadas reinas españolas. La reacción contra la tradición inofensiva es muy paleta. Es una reacción contra lo que es normal pero no obligatorio. Y la mantilla es normal en una procesión de cualquier ciudad de España o en una visita al Vaticano, pintoresco lugar donde el que no va disfrazado no es nadie.

Se pretende equiparar la imagen dominical de estas dos abogadas del Estado dedicadas a la política con la España negra de La casa de Bernarda Alba o Puerto Hurraco. Con la España de Cristina García Rodero cuando no menudea con princesas reflejadas en cristales. Es verdad que el atuendo de Soraya Sáenz de Santamaría es muy mejorable. Que recuerda al luto de Carolina de Mónaco en el entierro de su madre. Que, yendo a lo cercano, su aspecto es como el de nuestras bisabuelas el día de su boda. Y qué demonios, una vez que te disfrazas hay que hacerlo por todo lo alto (con peineta). Después del día en que Soraya se dejó fotografiar en déshabillé apoyada en un portamaletas, este es su segundo peor modelo (en realidad aquello era un vestido de noche, pero el despatarre y el negro lo hacían parecer un camisón).

Decía Baudrillard que la moda es siempre retro, pero sobre la base de la abolición del pasado. Seguramente la moda no es siempre retro y seguramente lo del Vaticano no sea moda pero sí es cierta la abolición del pasado. Por mucho que vayan así vestidas, Cospedal y Soraya no son Carmen Polo de Franco, ni siquiera las protagonistas de Entre visillos. Lady Gaga tiende a la mamarrachada, estas solo se visten de acuerdo a las normas. En Tres guineas, Virginia Woolf escribe que "la singularidad en el vestir, cuando no va ligada a un cargo, rara vez deja de ser ridícula". También puede ser sospechosa. Y sospechoso es ese negro total de Isabel Pantoja en el banquillo (parece su madre). Como lo es el luto infinito de Cristina Fernández de Kirchner. Aunque la argentina nunca ha dejado de maquillarse, ambas recuerdan a Anjelica Huston en El honor de los Prizzi pintándose ojeras y vistiendo de negro para dar pena. Son como esa señora mayor que un día le dijo a Mademoiselle Chanel: "Me estoy consumiendo. Hágame un uniforme para llevar de aquí a la muerte".

Lo del Vaticano no es más que un uniforme ocasional. Aunque Cospedal le haya cogido el gusto.

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