Con Mercedes Milá hace tiempo que me siento como Sofía Loren echando un vistazo al desbordante pecho de Jayne Mansfield. Porque esta abundancia de la portada de Interviú no es nueva. Inciso: todas las mujeres firmaríamos que si nos tienen que sacar con las lolas al aire sea saltando de un barco y con todo el material blando subiendo. Fin de la interrupción. Como digo, la abundancia no es nueva. Otra cosa es que esté al descubierto. La presentadora lleva mucho tiempo sacando pecho en Gran Hermano. En enero de 2010, cuando echaron a Tatiana (la rusa malhablada con acento almeriense), Mercedes llevaba un corpiño de Andrés Sardá que se las ponía de mostrador. Se podía dejar ahí un whisky en vaso gordo y un libro de Thomas Pynchon. Yo entonces ya me preguntaba dónde las había tenido escondidas todos esos años antes de GH. "Qué Dios te guarde esas tetas", dijo Tatiana a Tetiana. Impresionada estaba la chica.
Más recientemente (marzo de 2012), se produjo el incidente con Cristian, ese patán de la última edición al que enseñó el culo levantándose la falda de cancán. Durante la entrevista, Mercedes le había dejado que le tocara las tetas. Primero una y luego la otra. Hay que concluir que como entrevistadora, Milá no tiene igual. Lo que habrían dado en su día los rijosos de Camilo José Cela y Francisco Umbral por poder hacer lo mismo que Cristian. Pero esa era otra época (época ‘tetas free’). A Mercedes Milá le ha pasado como a James Bond. Ha ido evolucionando a lo largo de los años, adaptándose a la nueva realidad. Y la nueva realidad tiene el pecho más grande. Llegó un día en que Bond (en la persona de Daniel Craig) pidió una cerveza. Milá también la pidió.
Bette Davis dijo una vez que para Jayne Mansfield el arte dramático era saber cómo rellenar un jersey.
Puede que la Mansfield no fuera una gran actriz (tampoco le dieron oportunidades) pero era una persona inteligentísima, mucho más que la Davis. Quizá tanto como Dolly Parton. Lo que pasa es que durante mucho tiempo el prestigio de tener tetas era inversamente proporcional al prestigio de tener talento. Christina Hendricks sigue, en cierto modo, con esa maldición. Si no, no se explica que no le dieran el Emmy por ese maravilloso episodio de Mad Men que es The other woman (claro, que la mayor maldición para que no te den un Emmy es pertenecer al reparto de Mad Men).
Mercedes Milá tiene pocas cosas que demostrar a estas alturas. Una entrevista suya a Salvador Espriu es tan buena como una al último gañán de GH (y reconozco los favoritismos y el histrionismo del que hace gala como marca de fábrica). Igual que Mary Frances Kennedy Fisher era una escritora extraordinaria aunque solo escribiera de comida, Milá es una inquisidora extraordinaria aunque solo pregunte a descerebrados o tocaculos (estos en Diario de...). Milá no se pone límites, ni aunque haya superado los 60. Hace cosas que a otros les parecen ridículas. Mercedes Milá está en contra de la independencia de Cataluña. Está a favor de la república independiente de su persona. Vestida o no.