La marcha de Esperanza Aguirre deja huérfana a mucha gente que encontraba en ella el único referente válido entre una camada de políticos cuyos meritos caben en un pliego de papel de fumar. Una de las pocas políticas con mundo y que además tenía incluso el desparpajo de hablar idiomas. Su casticismo, sus salidas de tono, eran inmensamente compartidas por la gente con sentido común. Incluso la última sobre los arquitectos, siendo ella familia de alguno de los mejores. Por todo ello, la reacción unánime en Madrid fue de desasosiego.
Se ha especulado mucho con los motivos que puede haber detrás de su dimisión. Me inclino por dos. Uno, que Federico le enviase mi artículo de la semana pasada sobre Duff Cooper y que durante el fin de semana comprendiese que ella es lo más parecido a Duff y Rajoy a un Chamberlain que cree haber logrado un gran acuerdo ante Merkel. La otra opción es que durante el fin de semana releyese en La Granjilla los versos de No volveré a ser joven y que reflexionase sobre la figura de su tío Jaime Gil de Biedma.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Si Jaime Gil de Biedma hubiese sido tío de Elena Valenciano, José Bono o Tomás Gómez, los periodistas lo repetirían en cada crónica parlamentaria. Pero como es tío de Esperanza lo único que se recuerda de su vida familiar es que se casó con un Grande de España, dando a entender que por ello es un parásito cuando su familia está llena de ejemplos de éxito y superación. Bendito periodismo.
Jaime, que era el mejor poeta de su época, podría haber escrito hasta su muerte y siempre habría tenido quien le publicase, sin embargo él dejó de publicar en el año 68, 22 años antes de su muerte. Para qué seguir si ya has dicho lo que tenías que decir. Cuánta dignidad en ese gesto. Como decía Jaime "todo fue una equivocación: yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema...". Como su tío Jaime, Esperanza podría haberse convertido en un dinosaurio de la política como Fraga, haberse eternizado en cargos y coches oficiales, y queriéndose haber sido política acabar siendo institución.