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Jake Sandoval

La dimisión de Duff Cooper

Cooper desgranó por qué Reino Unido se rendía ante Hitler. En una nota, Churchill le decía que nunca se había oído un discurso tan bonito.

30 de Septiembre de 1938. Duff Cooper se está terminando de arreglar en Admiralty House cuando comprende que debe dimitir. No hay otra opción después del acuerdo que ha logrado en Múnich Chamberlain con Hitler. Camina unos metros hasta la sede del consejo de ministros en Downing Street, donde después de dejar a Chamberlain, entonces primer ministro, y contar el gran éxito que había sido el acuerdo, incluso saliendo por la ventana a enseñarlo a la muchedumbre, le comunica que deja el gabinete y el puesto de Primer Lord del Almirantazgo. 

Chamberlain le cita al día siguiente para hablar tranquilo. Duff accede y le dice que le tiene respeto, pero que no puede seguir. El primer ministro lo entiende y lo acepta, y después de comer se acerca a ver a Jorge VI, quien también dice que le cree equivocado. El lunes, Duff abre la sesión en el Parlamento explicando los motivos que le han llevado a ello. La gran mayoría de Inglaterra le considera cuanto menos un loco y un cobarde. Todo el mundo esperaba el estallido de la guerra y un acuerdo milagroso parecía que había evitado la ocasión.

Duff, que era un gran orador, habló sin intimidarse ante el Parlamento, donde desgranó por qué creía completamente equivocadas las concesiones para la invasión de Checoslovaquia, y explicando que la política exterior británica se regía desde tiempo inmemorial porque no hubiera una potencia hegemónica en Europa, y sobre todo porque Hitler no tenía palabra y que lo firmado era papel mojado. Al terminar, Chamberlain no le dedicó ni medio minuto en su réplica. Winston Churchill, sin embargo, le hizo llegar una nota diciéndole que nunca se había oído en esa cámara un discurso tan bonito y espectacular.

Duff no era un político más, era un personaje que solo Inglaterra podría generar. Eton mas Oxford se había casado con Diana Manners (hija del duque de Rutland), una de las personas más guapas y elegantes de la época. Duff no era un personaje de fortuna ni de peso, pero era tremendamente divertido, amante de la literatura, un vividor al que le encantaba el vino y la buena conversación. Duff que había dedicado mucho tiempo a estudiar la figura de Talleyrand, de quien ya había publicado su gran biografía, era lo suficientemente lúcido para entender que en Inglaterra la política exterior no era lo que más divertía al personal, y de que su país se ponía de rodillas ante Hitler.

A Duff dimitir no le costó, era consciente de qué era lo que tenía que hacer, aunque sabía que aquella decisión significaría el final de su carrera política. Le dio una pena enorme el abandonar el puesto, ya que le encantaba su trabajo (comandar la mayor marina de la época) y estaba muy bien pagado. Además, vivía en una de las mejores casas de Londres y -sobre todo- estaba el Enchantress, el barco que la marina tenía a su disposición personal y con el que había realizado innumerables cruceros. De las más de 4.000 cartas que recibió tras anunciar su dimisión, la que más le gustó fue la del capitán del barco anunciándole la gran tristeza que la dimisión había supuesto para la tripulación.

Duff paso el año siguiente retirado en el campo. Un viernes se encontraba jugando al golf en Goodwood y, tras terminar un recorrido horroroso, se dirigió a la casa club. Allí, como de costumbre, dos personas de aspecto familiar charlaban de caballos en la barra. Al acercarse a pedir una pinta le anunciaron que Hitler acababa de invadir Polonia. La Segunda Guerra Mundial había comenzado.

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