Concha Velasco no ha podido resistirse a realizar el papel de... viuda.
Da vergüenza oír a los comentaristas de corazón, el trato considerado que se le está dando a Concha, por interpretar el "papelón" que está haciendo en estos últimos días.
Parece que se les haya olvidado de un plumazo, todo lo que ella ha ido contado, previo pago, en los últimos años sobre el hoy difunto Marsó.
De Francisco Martinez Socías se ha dicho de todo. Principalmente de sus debilidades. Poco se ha dicho, sin embargo, de lo que realmente hizo. Francisco, Paco, para los que le conocimos de muy jóven, era un joven de origen muy humilde que aspiraba a labrarse un futuro en la escena. Pese a todo, desde su barrio humilde de viviendas de protección oficial, era un joven más que jugaba al baloncesto, porque era alto, pero jugaba mal, se esforzó, pero no llegó, como tantos. Se inicio en el mundo de la comedia, como actor, y tampoco triunfó, era uno de tantos. Dotes especiales no tenía. Sí tenía físico, era un guaperas, pero eso no basta para triunfar en la comedia, como tantos.
Pero entre bambalinas sí aprendió mucho de teatro, y ahí sí que demostró sus dotes. Sabía elegir. Tenía criterio y tenía acierto para elegir lo que podía presentar al público y que éste lo apreciara.
Ya desde el principio sabía que en el teatro el poder, la fuerza, la tenía el productor, pero a él le faltaban medios.
De mujeres, su debilidad, se ha dicho de todo. Uno de sus primeros amores era modelo y se apellidaba Araque, de su mismo barrio, de su misma extracción, pero ella tenía sus aspiraciones y Paco era poco entonces. Luego conoció y cultivó muchas otras. Hasta que, en su devenir, conoció a Concha Velasco. Una mujer conocida y triunfadora en la escena y en el escenario. Triunfadora ante las camaras y ante los focos.
Paco, que ya había aprendido mucho del teatro, aunque actuara mal, se vió atraido por aquella mujer que le abría muchas puertas, y surgió el flechazo. Flechazo que muchos dirían que era de conveniencia, pero que nadíe señalaba también como uno de los ultimos tranvías de una gran actriz, que también tenía un pasado.
Concha estaba sola entonces, muy sola, ya no tenía quien la apoyara desde el muriente franquismo de entonces y al que ella había estado tan estrechamente vinculada. Sin embargo, Concha tenía mucho talento como actriz, pero poca inteligencia para proyectar su carrera. A ello se unía el hecho de que Concha ya no era tan joven.Y ahí llegó Paco, un joven con ambiciones, mas joven que ella. La conjunción era perfecta. Paco elegía, con o sin medios propios, Paco producía y Paco acertaba.
Paco le hizo muy rica a Concha. Paco hizo que la carrera de Concha se dirigiera hacia niveles nunca soñados por tan buena actriz, y Paco le ponía todos lo medios para que ella se luciera. Hasta que Concha decidió que ella también podía decidir y tirar de su propio carro. Paco, que tanto había recibido, no se podía negar a los disparates que Concha comenzó a imponer. Y ahí llegó el desastre. La ruina no, pero sí el bajón. Cuando el talento de Paco quedó orillado por la diosa que había creado, los desaciertos trajeron las perdidas y los fracasos. De ahí a la ruptura, todo fué la crónica de una muerte anunciada. La de Paco, claro, porque Paco sin Concha no era nada y ella, ahora, buena actriz, sigue siendo eso, una buena actriz, que algún productor aprovecha aquí y allá, para llenarse los bolsillos, porque ella, seguirá actuando como buena actriz que es, pero muy lejos ya de la rutilante estrella en que Paco la había convertido. Y Paco, ya sólo, deambuló de aquí para alla, porque las mujeres le cegaban tanto que su talento no volvió a despuntar como lo había hecho con Concha, porque actrices como ella, no se encuentran todos los días. Y gente que las dirija y produzca para que sobresalgan por encima de los demas, tampoco.