Se acerca la cumbre de Chicago y, por enésima vez, el futuro de la OTAN parece pender de un hilo. Incluso antes de la caída del muro de Berlín la Alianza tuvo sus crisis y trató de buscar sentido a su labor, saliendo al final más o menos victoriosa. En el fondo, es impensable que desaparezca un entramado como éste, único en el mundo. Y también parece imposible que Estados Unidos, el máximo contribuyente de la OTAN, salga ganando si deja la organización. Sin embargo, cada vez hay más dudas de que la Alianza sea capaz de adaptarse a los nuevos cambios geopolíticos y militares.
Chicago es importante sobre todo por lo que significa celebrar una cumbre en tierra norteamericana. Pero aunque algunos esperaban que Obama convirtiera el encuentro en una pieza central de su política exterior de cara a la campaña electoral, se equivocaban. Su administración ha definido al país como potencia del Pacífico, ha reducido las fuerzas militares estacionadas en Europa y ha desviado toda su atención hacia Asia. La OTAN queda por tanto en un muy segundo plano. La crisis financiera europea y la austeridad en los presupuestos de defensa tampoco ayudan. Y ni que decir de los pocos avances en los ambiciosos compromisos adoptados hace dos años en Lisboa, entre ellos una atrevida visión del futuro de la OTAN, un renovado compromiso para la lucha en Afganistán, y un robusto acuerdo en la defensa antimisiles y en la lucha contra nuevas amenazas. Dieciocho meses después los progresos no han sido significativos ni suficientes para que Obama pueda vender la Alianza a sus electores.
No obstante, la agenda de Chicago está lista. Afganistán, capacidades y las políticas de asociación serán las tres prioridades. Y es precisamente la búsqueda de nuevos socios –que no la carísima ampliación– lo que puede empujar de nuevo a la Alianza. Las herramientas de asociación de la organización se remontan a los años noventa y a los cambios en Europa del Este tras la caída del muro de Berlín. El objetivo era tender una mano amiga rompiendo las barreras existentes y gestionar así los cambios del momento. Décadas después, las asociaciones y sus estructuras han quedado obsoletas, y algunas de ellas como el Diálogo Mediterráneo y la Iniciativa de Cooperación de Estambul sufren la falta de claridad estratégica de la OTAN. Sin embargo, está claro que hoy en día una organización regional por sí sola no puede proveer seguridad colectiva, y cuantos más se impliquen mejor.
La OTAN sabe que es necesario establecer relaciones estratégicas con otros países, donde quieran que estén, desdibujando las diferencias regionales y haciendo hincapié en los intereses mutuos, dejando claro que es algo más que la búsqueda de socios para repartirse las cargas de las operaciones. Están en ello y por eso han invitado a trece países no aliados a Chicago. Uno de ellos era Israel, pero ha sido boicoteado por Turquía. Nadie dijo que iba a ser fácil.