Decididamente, no hay nada más opinable e interpretable que los hechos. Es un hecho que, bajo la carísima asesoría de Arriola, Aznar perdió las elecciones en 1989, como también las perdió en 1993, y eso a pesar de que el felipismo ya llevaba 11 años en el poder y estaba en pleno proceso de descomposición. Sólo a la tercera, en 1996, fue la vencida, si bien por el escaso margen de unos pocos centenares de miles de votos. Ciertamente, como dice el propio Arriola en la entrevista que El Mundo le hacía este domingo, "si un dirigente en la oposición actúa con coherencia, paciencia y determinación estará siempre en disposición de ganar... Si el que está en el poder se derrumba...". La cuestión es si para este viaje hacen faltas alforjas. Claro que, visto como Arriola dilata los viajes de la derecha –perdón, el centro- hacia el poder, lo que sobran, no son las alforjas, precisamente, sino la carísima asesoría que tanto retarda la llegada a meta.
Esta asesoría arriolana, supuestamente pragmática, nada "doctrinaria" y que tanto recela de la batalla de las ideas como confía en la mera "gestión de lo público", alarga la llegada al poder de su cliente tanto como acorta su estancia en él. Aunque no podamos, naturalmente, responsabilizar a Arriola del decisivo impacto que tuvo el 11-M en el vuelco electoral que en 2004 desbancó al gobierno con la mejor gestión de la democracia, sí le podemos recordar algunas advertencias que, contra ese perfil bajo que él impuso a su cliente, ya se le hizo al PP desde esos "sectores de la derecha" a los que ni él ni Rajoy "hacen caso".
Lo que también es un hecho es que la carísima asesoría de Arriola tampoco logró que Rajoy ganara las elecciones de 2008; cosa que, sin embargo, sí consiguió o no pudo evitar en la tercera ocasión en las que se presentaba, ya con el país al borde de la bancarrota. Y es que "cuando el que está en el poder se derrumba" ni el mismísimo Arriola, el "retardador", puede evitar que su cliente abandone la oposición. O, bien pensado, tal vez sí, como ilustra el caso de las recientes elecciones andaluzas: en este sentido, no se le puede negar a Arenas "determinación" y, sobre todo, "paciencia" para lograr el gobierno de la Junta. Tampoco se puede negar el "derrumbe" que el PSOE de Griñán tuvo en las andaluzas, aun más clamoroso que el que en esa comunidad tuvo meses antes Rubalcaba. Sin embargo, tras décadas de gobierno socialista, el cliente de Arriola aun sigue en la oposición en Andalucía, tras la fatal abstención de 400.000 votantes del PP a la que ha conducido esa oposición de perfil bajo, supuestamente pragmática y de "dejarse llevar en volandas", que aconseja el gurú retardador.
A Arriola se le ve muy tranquilo. No le preocupa la arriesgada lentitud de Rajoy o, como la ha bautizado más reciente y acertadamente Vidal-Quadras, el "reformismo pausado" del actual presidente del gobierno. Don Pedro considera, sin embargo, que Rajoy tiene "mucho tiempo por delante".
De hecho, y a pesar de que el PSOE estuvo cerca de incendiar el país por un petrolero extranjero que se hundió a no sé cuántas millas de la costa de Galicia, Arriola no ve ahora grandes peligros en la calle, a pesar de que vamos rumbo de los seis millones de parados.
Tal vez sea así, pues la desastrosa herencia de Zapatero está muy reciente. Sin embargo, lo que me preocupa es que la influencia de este retardador de victorias electorales del PP retarde la salida de la crisis de España. De hecho, estoy seguro de que Arriola no es ajeno a la decisión del presidente de retardar -hasta el 2020 si hemos de fiarnos de la ley de estabilidad presupuestaria- lo que Rajoy llamó en su día "la primera obligación de un gobernante": a saber, ajustar sus gastos a sus ingresos y no comprometer el futuro vía endeudamiento.
Si gastar más de lo que se ingresa es una irresponsabilidad, mayor lo es cuando nuestra deuda roza la friolera de los 500 puntos de prima de riesgo. Grecia nos afecta, sin duda, pero única y exclusivamente, porque Rajoy no renuncia a seguir viviendo de prestado, como sí podría dejar de hacer con un recorte del gasto público mucho más rápido y drástico. Ya podría Arriola popularizar el "déjenos de endeudar ya señor Rajoy", parafraseando a aquel "márchese ya señor González" que hizo entonar a Aznar.
De lo que estoy seguro es que, por lento y lacerante que sean el proceso de reformas y el recorte del gasto público, y por tardía que sea nuestra salida de la crisis, no faltará quien atribuya el "éxito" a este gurú retardador, tal y como se le atribuyen las victorias del PP que, simplemente, no ha impedido tras perderlas el PSOE.