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Terrorismo en el Sahel

El ministro español de Exteriores acaba de visitar Malí para tratar con sus autoridades el secuestro de las cooperantes. En la vecina Francia, la cuestión de los secuestros de Al Qaeda del Magreb es central

El doble atentado suicida realizado en la ciudad meridional argelina de Tamanrasset el 3 de marzo representa un hito en lo que al activismo terrorista en la zona respecta. El ataque tiene gran importancia y no sólo por los 23 heridos producidos, a saber: por ser el primer ataque terrorista realizado en una ciudad que desde 2010 alberga el Comité de Estado Mayor Operativo Conjunto dinamizado por Argelia y que agrupa también a Malí, Mauritania y Níger; porque lo han ejecutado los terroristas escindidos de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) que también han reivindicado el secuestro de dos cooperantes españoles y de una italiana, en Rabuni el 23 de octubre; y porque, aunque aún sometido a análisis de los expertos de la Gendarmería Nacional argelina atacada, el ataque podría estar relacionado con la diseminación de armas y explosivos desde Libia.

Atacar Tamanrasset marca un hito, independientemente de si el atentado es más o menos luctuoso. Si el que ataca es el grupo "Movimiento para la Unidad y el Yihad en el África Occidental" (MUJAO, en sus siglas en francés) tal "hazaña", unida a la de mantener a tres secuestrados desde octubre, le permite ganar puntos en el concurrido mundo del terrorismo saheliano. Precisamente, el ministro español de Asuntos Exteriores acaba de visitar Malí para tratar con sus autoridades del secuestro. En la vecina Francia, la cuestión de los secuestros de AQMI es central, máxime si tenemos en cuenta que los cuatro rehenes de dicha nacionalidad capturados en Níger en septiembre de 2010 y que aún están en manos de los terroristas son tema del debate nacional: los 90 millones de euros que los terroristas exigen –aparte de otras exigencias también delirantes– doblan la ayuda oficial que París concede anualmente a Malí o a Níger.

Volviendo a Argelia, el liderazgo de este país en la lucha contra el terrorismo yihadista en la región ha sido ahora desafiado y ello exigirá respuestas. La volatilidad del Sahel, las sospechas de que el MUJAO se nutre de terroristas originarios de Malí y de Mauritania, y el deterioro de la situación interna en Libia obliga a las autoridades argelinas a reforzar sus esfuerzos y más si quiere mantener el liderazgo regional. Como también las francesas, las autoridades argelinas están además sometidas a la presión añadida del período preelectoral que atraviesan, y no deberíamos descartar que tanto AQMI como sus supuestas escisiones vean este momento como propicio para subrayar las vulnerabilidades de ambos regímenes y alimentar su activismo aderezándolo con armas y explosivos abundantes procedentes de Libia. Tanto de Libia como de Argelia procedían además los terroristas tunecinos que se enfrentaban hace algunas semanas a las fuerzas de seguridad en la región de Sfax, 200 kilómetros al sur de Túnez capital, a los que se les intervino abundante armamento y munición y que querían extender a las supuestamente tranquilas tierras tunecinas el activismo terrorista que también se amplía por el sur como lo confirma el doble atentado de Tamanrasset.

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