La conferencia presidida este domingo en Lancaster House, en Londres, por el Secretario General de la ONU y por el Primer Ministro británico reúne desde el 23 de febrero a una cuarentena de Estados y de organizaciones internacionales comprometidos con la normalización de Somalia. Sabido es que este país es el ejemplo más claro de Estado fallido –o a punto de serlo, si no se quiere ser derrotista– y por muchos euros que se aprueben en términos de cooperación y por muchos efectivos militares que se comprometan para reforzar la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM, en sus siglas en inglés) siempre será poco dadas las necesidades existentes.
Aunque en tiempos recientes ha podido darse incluso una buena noticia referente a Somalia – la superación de la hambruna declarada el pasado julio gracias a la ayuda humanitaria y a una cosecha excepcional –esta es la excepción y, en cualquier caso, debe de ser relativizada. La crisis perdura y se sigue haciendo necesaria la ayuda alimentaria internacional pues aún quedan más de 2,3 millones de somalíes que precisan de dicha ayuda para sobrevivir, y además es previsible que la situación empeore de nuevo a partir de mayo. Además, aparte de esta cuestión hay otra que sigue siendo igual de negativa, que no sufre alteraciones salvo para empeorar: la doble amenaza representada por terroristas yihadistas, de Al Shabab, y por piratas.
En Londres, las autoridades somalíes han pedido, como era previsible, la aprobación de un Plan Marshall para el país, pero difícilmente obtendrán una cantidad reseñable y lo destacable es y será comprobar cómo va a contribuir la comunidad internacional a reforzar la seguridad, precondición necesaria para poder comenzar a hablar de proyectos de desarrollo. La AMISOM cuenta hoy con 9.000 efectivos sobre el terreno, y el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba el 22 de febrero una resolución en la que fijaba como objetivo el alcanzar los 17.700 para poder cubrir las necesidades mínimas a la espera de que las fuerzas autóctonas del Gobierno Federal de Transición (GFT), presidido por Sharif Sheik Ahmed, vayan siendo formadas y desplegadas, labor a la que contribuye brillantemente España desde el principio. Hoy por hoy Burundi y Uganda cubren la mayor parte de esos 9.000 efectivos y hay fuerzas de Sierra Leona y de Yibuti que comienzan a reforzar la Misión, pero es difícil vislumbrar qué países, preferentemente africanos, van a contribuir a engrosar la cifra fijada por el ejecutivo de la ONU. A estas fuerzas de la AMISOM hemos de añadir los 2.500 militares de Kenia desplegados en el sur del país desde el otoño, con la misión de limpiar la zona limítrofe somalí de terroristas de Al Shabab, y un número indeterminado de soldados etíopes que habrían penetrado también en suelo somalí, en diciembre, para reforzar su seguridad. Los keniatas han asegurado la zona meridional del país pero aún no han alcanzado su objetivo de controlar la ciudad portuaria de Kismayo, base de terroristas y de piratas.