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Amando de Miguel

Retórica, que algo queda

A Rajoy le va mucho lo de empezar las frase con el pronombre "yo". Le da un énfasis característico, pero abusa mucho de ese recurso. Al presidente le gusta mucho la cantinela del "mire usted", que ya dejaba caer Aznar en el mismo cargo.

Mi libretilla rebosa de anotaciones sobre las palabras y los giros que emplean los hombres públicos en sus afanes cotidianos. A veces son producto de la jerga profesional o de la traducción poco imaginativa de otros idiomas. Queda muy bien cuando se sustituye así una palabra indígena, que, por tanto, sonaría demasiado vulgar. Un ejemplo, la palabra "diferencial" como sustantivo. Si se dice la "diferencia" la cosa parece muy vulgar. Pero el "diferencial" hace que la diferencia pase por ser un cálculo más científico.

Casi nada nos llama la atención en este mundo sin sorpresas. Por eso hay que insistir en que algo nos llama "poderosamente" la atención. Claro que el adverbio, de tanto repetirlo, ha perdido su fuerza. No sé si habría que decir que algo nos llama "muy poderosamente" la atención.

El imperativo es una forma verbal que admite muchos matices. No tiene la misma fuerza el "hemos de hacer" (con escasa fuerza obligatoria), el "debemos hacer" (obligación moral) o el "tenemos que hacer" (deber imperioso). Los catalanoparlantes, cuando hablan en español, aunque sea a la perfección, se inclinan casi siempre por el "hemos de hacer". A un castellanoparlante esa fórmula le resulta poco enérgica.

Una expresión que me solivianta es la de "agentes sociales". No se refiere a los policías o similares, ni tampoco a los diputados que a todos nos representan. No, los agentes sociales son los liberados de trabajar en los sindicatos o asociaciones patronales. No solo están liberados de trabajar sino que reciben pingües beneficios del erario. (Que conste que el erario siempre es público). No entiendo por qué esos agentes sociales pueden representar los intereses de los niños, los estudiantes, las amas de casa o los jubilados. Tampoco está claro si los llamados agentes sociales pueden representar los intereses de los profesionales libres. ¿Cuál es el agente social al que tengo que dirigirme para exponerle mis cuitas?

Una locución manida es la de decir que "hay que estar a la altura de las circunstancias". Francamente, no sé qué quiere decir. Las circunstancias son muchas; la altura no sé quién la marca. Le gusta mucho a Rajoy, pero la expresión es grata a todo el espectro político. A Rajoy le va mucho lo de empezar las frase con el pronombre "yo". Le da un énfasis característico, pero abusa mucho de ese recurso. Al presidente le gusta mucho el adjetivo "capital" o la cantinela del "mire usted", que ya dejaba caer Aznar en el mismo cargo.

Una voz favorita del politiqués es el adjetivo "complicado". Normalmente, no quiere decir lo contrario de sencillo. Los políticos (y ahora casi todo el mundo) gustan de calificar de complicado lo que es difícil y aun imposible de resolver. Da mucho prestigio dar a entender que uno tiene entre manos asuntos complicados. De ese modo, si no se resuelven bien, la culpa es de otros.

Más misterioso aún me resulta lo de "poner encima de la mesa". Es mucho más claro negociar, discutir, hablar, plantear, etc. Pero lo de poner las cosas encima de la mesa tiene algo mágico. ¿Estarían antes debajo de la mesa? No sé por qué es tan necesario ese mueble.

El lenguaje politiqués no siempre es un prodigio de buenos modales, de finura. Por ejemplo, llama la atención (aunque no sea poderosamente) que en los discursos oficiales se haga uso del vulgarismo "marrón" para referirse a alguna cuestión peliaguda. Es claro que "marrón" es el eufemismo de "mierda", una alusión que choca un poco con los buenos modales que deben caracterizar al lenguaje educado.

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