La carrera por el poder en el PSOE se parece más a lo vivido en el 2000, cuando Zapatero ganó el Congreso, que a lo de 1997, cuando Borrell se convirtió en el portavoz de los militantes. En estas últimas hubo un trasfondo de lucha de ideas, de enfrentamiento entre la socialdemocracia ortodoxa y la versión pragmática del felipismo, a lo que se unió el choque entre las bases y la dirección. La clave de Zapatero en su Congreso victorioso residió en que fue el hombre del programa en blanco, lo que permitió pensar a todos los que no querían a Bono que podían esperar que se cumplieran sus demandas. Ahora es distinto, cualquiera puede ganar, pero Rubalcaba lleva ventaja.
La alianza de Chacón con Borrell se basa en la renovación del partido por la participación de las bases, lo que supone programáticamente nada, pero que pretende ser el instrumento para renovar la estructura y configurar nuevos cuadros del partido. Es un discurso claramente populista, en clave interna, y que permite un barniz aparentemente democrático. Este es el punto débil de Rubalcaba, quien impidió que se hicieran primarias para elegir el candidato para las elecciones del 20-N y que además perdió. Chacón querría ahora erigirse en el efecto democrático corrector, en un "ya te lo dije, Alfredo".
El punto débil de los chaconistas, ajustado con Borrell, es que su proyecto para España, según manifestaron, se basa en la solidaridad económica entre sus partes. Esto tiene un difícil encaje en un partido socialista donde Andalucía representa el 25% de la organización, ya que alimenta suspicacias, complejos de superioridad e inferioridad, y dudas, muchas dudas. La realidad es que el perfil catalanista de Chacón la perjudica como líder nacional –como a Esperanza Aguirre su madrileñismo en otros lugares de España–, de ahí que se presente en Almería, la provincia más de derechas de Andalucía.
¿Por qué Rubalcaba ha tomado una ligera ventaja? El programa adelantado por su candidatura es un modelo voluntarista de organización cuyo propósito es halagar a los 217.000 afiliados convertidos en votantes. Es más, lo que se lee en su primer manifiesto, "38 propuestas y... + para lograr un PSOE fuerte, abierto y participativo", podría ser suscrito por los que firmaron el chaconista de "Mucho PSOE por hacer". Zanjado así el tema de la democracia interna, Rubalcaba quiere llevar a Chacón a debatir justo en el campo en el que sale beneficiado, que es el de su perfil español, sin nacionalismos periféricos o identidades regionales. Ahí Chacón es débil, poco creíble, y Rubalcaba, qué cosas tiene la vida, podría hacer un discurso a lo José Bono.
De aquí a la celebración del Congreso veremos a una Chacón españolísima pero impostada, y a un Rubalcaba que, aligerado del peso del dedazo que le llevó a la candidatura del 20-N, jugará en su terreno. Habrá lucha de poder, a la antigua, pero temo que nada de propuestas de calado más allá del tópico, tipo "lo que quiera la militancia y la ciudadanía" y "la derecha es lo peor", que es no decir nada.