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Zoé Valdés

DSK + Nafisatu Diallo + Sofitel = la Mujer del Año en Francia

Han escogido a Anne Sinclair como la Mujer del Año, como si aguantarles los cuernos al marido a cambio de nada sea una hazaña que engrandeciera a las mujeres.

Según se ha dicho y escrito, Anne Sinclair, antes de ser la esposa de Dominique Strauss-Kahn, era ya una de las personalidades más ricas de Francia, y probablemente del mundo, dada la herencia en obras de arte que posee. También es una celebridad, no únicamente debido a su fortuna, o a ser la esposa del político socialista, sino porque durante años, sobre todo en la década de los ochenta, Anne Sinclair condujo uno de los programas de entrevistas que hizo furor en Francia: Sept sur Sept. El programa tenía un decorado simple, con fondo azul oscuro, combinado muy bien con sus bellísimos ojos azules, y se presentaba como un tête à tête entre la periodista y una personalidad relevante del mundo de la política, de la intelectualidad, o de las artes, en un inteligente y provocador juego íntimo. Por allí pasaron los más famosos de la época. El programa duró y alcanzó una popularidad envidiable.

Al divorciarse de su primer esposo y casarse nuevamente con el ministro de Finanzas DSK, Anne Sinclair debió de abandonar el periodismo y la televisión por conflicto de intereses, no se veía bien que una periodista en activo compartiera secretos del poder con su marido. Entonces se alejó de las cámaras y de los platós. Se hizo cada vez más discreta y, aunque no fue olvidada por los franceses, su estilo de periodismo dejó de interesar a un mundo cada vez menos atraído por la intimidad como lúdico intercambio inteligente, y más absorto en el banal espectáculo soso de lo secreto y pornográfico como propuesta de lo íntimo.

Lo cierto es que la periodista y mujer de negocios desapareció tras la sombra de su marido, para reaparecer cuando empezó a correr la bola de que Dominique Strauss-Kahn se presentaría a las elecciones por el Partido Socialista, del que ha sido miembro siempre, y por el que fungió como ministro gran parte de su vida. En los petits comités o salones de París se comentaba que era una idea descabellada, porque si bien el hombre tenía una carrera política bastante envidiable y se le reconocía como un gran economista, su vida sexual dejaba mucho que desear, y no por pequeñas aventuras infieles, o por intercambiar parejas en clubes de alterne, y demás, tal como se ha comentado ampliamente en la prensa últimamente, sino por un gusto por la violencia excesivo, y otros pormenores que no ampliaré en este artículo. En eso andaba la cosa cuando ocurrió el escándalo de Sofitel con la camarera Nafisatu Diallo en Nueva York, y a partir de entonces varias cajas de Pandora se fueron abriendo: volvió a salir a la luz el caso de Tristane Banon, el de su madre (una política socialista que también fue amante de DSK) y, más recientemente, la trama de prostitución del Hotel Carlton, en la que el marido de Anne Sinclair se ve seriamente involucrado, entre otros.

Pero nada de lo que acabo de mencionar es el tema central de mi artículo, sin embargo, todo esto sí lo es de manera oblicua en la medida en que ha dado como resultado que la periodista haya salido elegida, en una encuesta, como La Mujer del Año en Francia. Y lo verdaderamente inaceptable de todo esto es que, con esta elección, se está destacando y reconociendo a la mujer engañada, o no, a la resistente de un serio embate sexual, a la tarrúa o a la cómplice (ya eso les concierne a ellos y a ella en particular), a la que ha quedado en ridículo como mujer que no compartió el placer ni siquiera; y no a la periodista, no a la mujer de negocios, no a la mujer que estuvo detrás de su marido para que iniciara una carrera hacia la presidencia, y no, en primera instancia, a la mujer libre sexualmente.

Algunas personas han protestado en este país por semejante hecho. ¿Esa es la visión de la mujer moderna que querríamos dar? Se preguntan. Yo, la verdad, es que no lo entiendo. La mujer del año hubiera podido ser Martine Aubry (en caso de que hubieran querido dejar todo entre socialistas y políticos), o la propia Tristane Banon, que ha llevado una lucha tremenda porque se reconozca el intento de violación sexual a su persona por el propio DSK cuando ella era muy joven y era amiga de una de sus hijas, o la escritora Delphine de Vigan, que ha vendido cientos de miles de libros de su última novela, o Carla Bruni, artista y primera dama, que ha sido muy solidaria con los enfermos del SIDA, de manera sencilla y discreta.

Pero no, han escogido a Anne Sinclair, como si aguantarles los cuernos al marido a cambio de nada sea una hazaña que engrandeciera a las mujeres, como si resistir las múltiples vejaciones de los últimos tiempos y quedarse callada, reguindada de su brazo, agitada y ajetreada a su lado, favorezca la idea que de la mujer intelectual, de la mujer liberada sexualmente, debamos hacernos en la actualidad, en un mundo en el que se advierte –a través de las religiones, sobre todo del islamismo– un retroceso vertiginoso en el desarrollo social y la independencia y libertad de las mujeres, incluidas las occidentales.

Lo curioso es que sea una socialista la que se comporte de tal manera y acepte ese premio como si realmente lo mereciera, y además que los socialistas vean la elección de la mujer del año en la persona de Sinclair de manera muy normal y hasta se conformen con ello. Como también vieron muy normal los enormes gastos que una de las parejas más célebres de Francia, y más ricas, que se hacen llamar progresistas, tuvieron durante el proceso en Nueva York, y la arrogancia con la que han hecho frente a la situación, incluido el último escándalo de las prostitutas del Hotel Carlton. Pero no me extraña, ya sabemos cómo son estos señores del socialismo y del sociolismo. No me extrañaría tampoco que Anne Sinclair esté acariciando la idea de presentarse en un futuro a las elecciones presidenciales, y no me extrañaría que lo lograra. Ya vieron a Hillary Clinton, que estuvo a un tilín de ganarlas, y que ha hecho carrera política enganchada a sus propios cuernos.

A mí me importa poco todo ese mejunje político, y mucho menos me importa que todo haya sido un plan urdido para por fin desenmascarar a quienes llevan ya tiempo haciendo de las suyas, lo que sí me importa es la hipocresía de toda esta gente que se hacen llamar los más puros en política. Para mí la mujer del año es Nafisatu Diallo. Ya saben que tengo un faible (fragilidad) por las perdedoras. Sin embargo, lo que resulta más peligroso es que para unos cuantos, la mujer del año es la reaccionaria de ultraderecha: Marine Le Pen, aunque no todo el mundo tenga el coraje de mencionarlo como lo hizo el periodista del Petit Journal de Canal Plus, Yann Barthès, cuando le preguntó a la directora de la revista ELLE por qué había puesto en la portada de su revista hace unos años, durante la campaña presidencial, a Ségolène Royal, y este año, sin embargo, no había puesto a Marine Le Pen. La respuesta fue: Porque no.

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