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Amando de Miguel

Sobre los vascos, vascones, vascongados y euskaldunes

Ya que estamos aquí, “urdanga” en vascuence es cerda, marrana, y, por extensión puta. Lanzo la imaginación al vuelo para indicar que la “urbs” latina quizá tenga también que ver con la onomatopeya del agua.

Los asuntos vascos han llamado siempre la atención a todos los españoles. Llevamos más de medio siglo desde la fundación de la ETA y, desde entonces, todavía esa partida (ahora partido) sigue acaparando las primeras páginas de los medios de comunicación. El origen y vicisitudes de la lengua vasca es una cuestión que apasiona a las tertulias y conversaciones de café. Lógicamente, aquí tenía que saltar. Yo he hecho un estudio sobre el uso del vascuence en Álava, que en su día no se pudo publicar por razones políticas. Viví de niño y adolescente en San Sebastián y, por tanto, me siento afectivamente donostiarra en una minúscula proporción. Pido excusas si esa pretensión resulta desmesurada.

Gabriel Ter-Sakarian (hijo de armenio y vascongada) me indica que la tesis de Jesús García Castrillo no debe ser echada en saco roto. Otra vez pido perdón si manifiesto mi resistencia a aceptar esa tesis. Se trata de que el idioma vasco proviene del armenio a través de los canteros armenios que llegaron al Occidente europeo en la Edad Media. Don Gabriel aporta un argumento etimológico. Resulta, dice él, que hay algunos topónimos muy parecidos en Armenia y en el País Vasco. Por ejemplo, el lago Urmia y el río Urumea. También está la mítica ciudad de Ur junto al Eúfrates, donde vivía Abraham. A ese argumento añado mi impresión de que el sonido "ur" podría ser una voz natural en muchos idiomas que se asemejase al ruido del agua. Esa onomatopeya se podría advertir, incluso, en los ríos Tíber o Iber (Ebro). En mi pueblo de nación (Pereruela, Zamora) está el arroyo de Las Urrietas. En vascuence "ur" significa agua. Y ya que estamos aquí, "urdanga" en vascuence es cerda, marrana, y, por extensión puta. Lanzo la imaginación al vuelo para indicar que la "urbs" latina quizá tenga también que ver con la onomatopeya del agua. La condición para levantar una ciudad ha sido siempre la abundancia de agua, sea río o mar. En definitiva, me parece más verosímil que en la Iberia prerromana se asentaran algunas tribus con idiomas emparentados. Todas ellos desaparecieron a manos del latín, pero subsistieron el beréber y el vasco por razones que ignoro (quizá fuera el aislamiento en zonas montañosas). No logro entender cómo es que aquí se introduce el parentesco con el armenio. Estoy dispuesto a admitir pruebas. La hipótesis del armenio me parece fascinante.

Jesús García Castrillo insiste en su hipótesis (o más bien tesis) del armenio como raíz del vascuence. No me cabe en la cabeza que la gran mortandad de la peste de 1350 trajera a la Europa occidental un gran contingente de canteros armenios para construir iglesias y catedrales. Aduzco que en el siglo XIV ya se habían levantado casi todas las iglesias románicas y góticas. Añade don Jesús que otros grupos de armenios se asentaron en el Rif y de ahí su influencia en la lengua beréber. Don Jesús me remite a su libro, El enigma de Baphomet, para que entendamos mejor su tesis. Habrá que leerlo.

Mi condiscípulo Dionosio Pérez-Villar me recuerda que en el Fuero de San Sebastián, otorgado por el Rey Sancho el Mayor de Navarra, se fundamenta la verdadera autonomía de la ciudad que debiera llamarse Easo. Don Dionisio imagina que podría declararse independiente de Esukal Herría, como una especie de Principado de Mónaco. Después de todo, sigue mi amigo, en el San Sebastián contemporáneo siempre ha habido un cierto tirón de la realeza. Añado que hasta el equipo de fútbol es la Real Sociedad. Ahí lo dejo para discutir.

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