La abultada derrota electoral de los socialistas ha puesto sobre el tapete de nuevo la existencia de una inquietante disyuntiva en el socialismo español. En el próximo Congreso Federal (sic) el PSOE habrá de elegir a su Secretario General, lo que sin duda constituye una elección importante para España, pero antes habrá de elegir el vítor que le defina como partido nacional español o como agrupación de partidos nacionalistas, elección -ésta sí-, capital y determinante para el futuro de España.
La retórica España plural de los socialistas, mutada en "nación discutida y discutible" durante el septenio negro de Zapatero, y descosida por las costuras debido a la presión de unas autonomías inflamadas y de unos líderes locales desleales con España, ha puesto de plena actualidad el debate sobre la idea de España en el PSOE.
Bono ha dicho, por convicción o estrategia -no lo juzgo-, que el PSOE deberá elegir como líder a una persona "sin complejos de territorio, ni de edad, ni de clase (...) que sea un socialista moderado, que no sea no dogmático (...) que sea español sin complejos, (...) que no le dé vergüenza cuando acabe el congreso gritar ¡viva España!".
Más allá de la elocuencia populista y grandilocuente con la que Bono se expresa, y a pesar de que muchos portavoces de su partido han salido a decir que Bono se inventa un problema con España donde no lo hay, lo cierto es que el aún presidente del Congreso de los Diputados ha puesto el dedo en la llaga sobre el principal problema identitario del PSOE, que afecta a la cuarta letra de sus siglas. Parece que Bono tiene claro que quiere formar parte de un partido socialista español y no de un partido socialista internacionalista que se mueva en un limbo nacional indefinido o simplemente antiespañol. Antes de definir el grado de izquierdismo del PSOE convendría que su cónclave aclarase quienes son los destinatarios de las recetas socialistas; o bien los ciudadanos de la nación española, o los vasallos de los nuevos reinos de taifas, o el conjunto de los habitantes planetarios.
La respuesta de los socialistas catalanes no se ha hecho esperar, de hecho estaba escrita antes de que Bono hablase. Tan veraz y razonable es la preocupación de Bono que el PSC (Partido Socialista de Cataluña), partido que puede alumbrar de manera increíble a la próxima Secretaria General de un partido distinto, va a debatir en su ponencia marco la inclusión de la reivindicación del llamado derecho de autodeterminación, que no es sino el eufemismo para ocultar el hipotético derecho de secesión de las distintas partes de España. Así están las cosas en el partido de Carmen Chacón.
La respuesta de los socialistas vascos ha sido como la de un resorte mecánico. Desde el Partido Socialista de Euskadi Bono ha recibido la más irritada de las contestaciones que, llevándole la contraria, no hace sino darle la razón. El presidente del PSE, Jesús Eguiguren ha respondido a Bono en tono desabrido aseverando que no cree que haya que gritar "Viva España", pero sí "Gora Euzkadi", "Visca Catalunya" y "Viva La Constitución". Es innegable que para Eguiguren España no es una nación -se niega incluso a mentar su nombre-, sino cárcel de naciones (imaginarias), ya que éstas sí se pueden vitorear por sus nombres (Euskadi y Cataluña) sin necesidad de esconder las pasiones detrás de un frio ¡Viva el Estatuto! Leyendo a Eguiguren, cautivo de sus amistades peligrosas, se entiende bien su tonteo permanente con la ETA.
El problema es que José Bono también tiene una respuesta de los socialistas españoles -¿o habrá que decir socialistas federales?- formulada con carácter retroactivo. La Conferencia Política del PSOE, celebrada antes de que se diese el pistoletazo de salida de la campaña electoral fue de lo más preocupante por alguna de sus afirmaciones en lo que al discurso nacional se refiere. En ella se acusaba al PP de querer confrontar un "nacionalismo español rancio" con los "nacionalismo periféricos". Cualquier lector avisado puede percibir que el PSOE califica de manera peyorativa a ese supuesto nacionalismo español describiéndolo como rancio, y sin embargo define de una manera neutra a los nacionalismos periféricos a los que no ataca dialécticamente porque quizá le parezcan lícitos. Por lo tanto ¿tiene un rechazo el PSOE a los nacionalismos? ¿O solo al imaginario y maligno nacionalismo español? En realidad el PSOE tiene un problema con España que tiene mucho que ver con el auto-odio sólo analizable desde la disciplina delirante de la psicología histórica.
Las respuestas dadas a Bono por otros socialistas con ánimo de llevarle la contraria no hacen sino darle la razón. Elena Valenciano, una de las artífices del descalabro socialista, ha dicho entre risas en La Sexta que "nunca se han dado vivas a España en los congresos del PSOE, sería una cosa verdaderamente inédita, pero en fin". Lo que confirma que el PSOE tiene un problema con España, y España tiene un problema con el PSOE. Por el bien de todos los españoles, ojalá que lo "inédito" se haga normal.