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Pedro de Tena

¿Aguantará Griñán hasta marzo de 2012 o caerá antes?

El problema es que ni Griñán ni Rubalcaba son presidentes, sino a lo máximo, vicepresidentes. Segundones. En cuanto los han dejado en medio del ring sin ayuda de nadie, se advierte que el K.O. viene volando.

Siempre he dicho que lo que haría caer a Griñán es su soberbia, por cierto injustificada,  dado que no se le conoce ninguna obra magnífica salvo haber dejado medio billón de pesetas como agujero en la cuenta de las pensiones españolas en 1996 y un recorte brutal de las prestaciones por desempleo que le costaron una huelga general a su partido en 1994. Pero la soberbia, como todos los pecados capitales, tiene la capacidad de cegar a sus víctimas. Griñán es como Rubalcaba. Ambos han alcanzado su nivel de incompetencia al ascender en el escalafón, principio de Peter dixit. Zapatero, e incluso Manuel Chaves eran y son cortitos con sifón, pero eran presidentes, cada uno en lo suyo, correosos, ladinos, suficientes. El problema es que ni Griñán ni Rubalcaba son presidentes, sino a lo máximo, vicepresidentes. Segundones. En cuanto los han dejado en medio del ring sin ayuda de nadie, se advierte que el K.O. viene volando. A los dos les ha llegado ya en forma de derechazo, a uno, en las generales y, al otro, en las municipales. Pero insisten.


José Antonio Griñán parece no darse cuenta de que alguien que ha vivido desde el principio sobre las mullidas alfombras de la Junta, del Gobierno central y de la misma presidencia de la Junta desde hace 30 años hasta ahora, no puede ser el candidato idóneo de un partido si es que tal partido quiere sobrevivir.

Por una parte, no puede justificar una gestión infame. Andalucía, a la que han llegado bajo distintas formas –desde fondos europeos a solidaridad nacional–, más de 120 billones de las antiguas pesetas desde 1982, sigue estando en el furgón de cola de la Unión Europea y de España en casi todos los parámetros admitidos sobre bienestar social, desde la educación a la renta familiar disponible per capita, pasando por el número de camas o los niveles de pobreza. Un tercio de los municipios andaluces apenas llega a la mitad de la renta media declarada en España y muchos de ellos no llegan ni siquiera a la media andaluza. Es decir, socialmente sus resultados a los que coronan más de 1,3 millones de parados, no tienen defensa y Griñán ha sido cómplice e, incluso, mandamás de esta gestión que, por sí misma, ya exigiría un cambio. Los últimos cuadros de Eurostat, con Martinica por delante de Andalucía en empleo, son vergonzosos.

Por otra, no puede justificar la existencia de una corrupción que advierte de una inmoralidad generalizada en el seno de su partido. Desde el caso del edificio Presidente al caso de los ERE, han sobrevolado el espacio ético andaluz decenas de escandalosos casos de expolio presupuestario, de los que el caso Guerra, a pesar de su fama, no fue el mayor. Si a ellos unimos los casos nacionales, desde Filesa al reciente caso Campeón, cualquier observador neutral advertiría con claridad que ninguno de los que forman parte de la generación de la corrupción puede ofrecerse como garantía de porvenir alguno. Griñán, que además aparece en el horizonte de los ERE como futuro protagonista, está poco capacitado para ganar en marzo, y cualquier ciego ve que su opción más leal sería la dimisión inmediata antes de que el barco haga aguas por todas partes.

Finalmente, Griñán no puede presumir de comportamientos ético-democráticos. Desde 1979 en que, con la ayuda del PCE, acapararon los gobiernos municipales, su principal objetivo no ha sido construir una democracia europea, sino el de instituir un régimen despótico peculiar amparado en la legislación democrática derivada de la Constitución, por error, omisión o modificación. Se ha tratado de monopolizar el poder político mandando al limbo la famosa regla de oro de la democracia, la alternancia democrática, mediante la ocupación de la Administración, las Cajas, los medios de comunicación, la educación, la sanidad, la cultura... Griñán no puede aparecer como símbolo alguno de una Andalucía abierta porque ha sido uno de los autores del desastre de una Andalucía cerrada y dominada por un solo partido. El último coletazo de este despotismo en la FAMP es insuperable.

Por si fuera poco, su loca soberbia le ha hecho reventar en buena medida las estructuras de un partido sin tener recambios ni disponer de alternativas coherentes. Sus enfrentamientos con Manuel Chaves están haciendo ingobernable a un PSOE andaluz que se va cayendo a pedazos delante de sus ojos.

Pero, es sabido, que ojos que no ven corazón que no siente, y Griñán no ve porque ni quiere ver ni tal vez, debido a la soberbia, siquiera pueda ver. A lo mejor ni ve lo cerca que está del precipicio ni ve a esa marea creciente de socialistas andaluces que se ve en el abismo y que quiere que el abismo sea sólo para él.

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