Los libertarios saben de mi gusto por la etimología y, en general, por averiguar el origen de las cosas. Ya sé que es la parte menos científica de las materias correspondientes, pero es algo que me entusiasma. Por ejemplo, en mi pueblo de nación intuí que el origen de la rueda no está en la necesidad de transportar nada (los carros, carretas, carromatos o carretillas). El verdadero origen está en el torno, es decir, el eje que se acopla a la rueda para hacer vasijas de barro. Las vasijas de barro son muy anteriores a los carros. Los carros vinieron después, más por necesidades bélicas que por la oportunidad de transportar mercancías. Bastaban los burros y otros cuadrúpedos, y si no los había, se recurría a los esclavos, como en la América precolombina. Los aztecas conocían la rueda, pero la empleaban para hacer tablas astronómicas. La Astronomía se basa en el círculo. Luego vino la elipse y le quitó poesía.
Rafael Núñez me plantea sobre la marcha el origen de "ombligo". Está en el latín "ombelicus", de donde surge el "cordón umbilical". Pero, a su vez, los romanos lo derivaron del sánscrito "nablis", que significa esa cicatriz que tenemos todos los humanos, menos Adán y Eva. De ese mismo origen viene "navel", como se dice en inglés. Así llamamos a las naranjas que parece que tengan un ombligo. Enseñar el ombligo es un rasgo típicamente infantil, infantiloide o provocativo. No hay nada más estúpido que "creerse el ombligo del mundo".
Estuve en una conferencia, incitado por Cristóbal Macías, del Departamento de Latín en la Universidad de Málaga. Fue una tenida interesante. Les hablé, como ellos quisieron, de mi método de trabajo. No es frecuente que los estudiantes aguanten una conferencia sociológica. Hablando con el profesor José Palacios aprendí que la voz "spa", ahora tan frecuente, procede de "salus per aquam" (= a la salud por el agua, hidroterapia). Era una práctica que practicaban los romanos ricos en sus balnearios. Siempre creí que esa palabra procedía de la ciudad belga de Spa, con su famoso balneario. Aunque bien podría ser que los romanos la llamaran así por la razón antedicha. Con don José aprendí también que los términos "desprecio, despreciativo, despecho, despectivo" vienen del verbo "despectare" (= mirar de arriba abajo). Me lo recordó el encuentro de Rajoy y Rubalcaba, en donde el primero miraba al segundo desde arriba. La estatura siempre fue un símbolo de poder o preeminencia, excepto en el caso de David y Goliat. Por eso admiramos a los jugadores de la NBA y nos divertimos con los enanitos.
Apelo a la sabiduría y la curiosidad de los libertarios para que me resuelvan el origen de estas tres expresiones que ahora se repiten tanto: "Foto de familia" (cuando no son parientes los fotografiados), "el minuto uno" y "las tres patas", aunque pueden ser cuatro o cinco. Más extraño es todavía el "minuto cero". Las tres dan seriedad al discurso.