Aunque era más que previsible, algunos se sorprenden ahora por la victoria electoral de EnNahda en Túnez. Siendo tradicionalmente el único partido organizado, como buenos islamistas que son, y con la enorme fragmentación del mapa político surgido de las pioneras revueltas, los resultados no podían ser otros. Las protestas de los sectores que aquí calificamos de "laicos" ya están en la calle, pero se verán ahogados por la combinación del rodillo islamista dentro del país. Y por el buenismo ajeno, léase occidental, en nuestras sociedades.
Rachid Ghannnouchi es demasiado listo, y ha pasado demasiados años en el exilio, como para ahora volver y estropear su futuro político. Sabe que en la sociedad tunecina, e incluso en el aparato del Estado, quedan fuerzas contrarias a que mucho de lo logrado durante décadas en términos de modernización se pierda ahora en pocos meses. Por ello ha adoptado un discurso componedor: con ese 40% de los votos muestra espíritu de diálogo con los demás partidos. En verdad no tiene otro remedio. De paso, haciendo eso tranquiliza a una Europa que en cualquier caso sabe que no es demasiado exigente. El Enviado Especial de la UE para los Procesos Árabes, Bernardino León, acaba de afirmar "in situ" que no hay de qué preocuparse porque EnNahda mira a Europa y eso es esperanzador. También el Frente Islámico de Salvación (FIS) tranquilizaba en 1990 y 1991 a Europa, garantizándonos más gas y en mejores condiciones, y mientras tanto laminaba el Estado y animaba la violencia para imponer su radical modelo.
El que la Institución Superior Independiente Electoral tarde tanto en dar unos resultados definitivos que debían de haber sido hecho públicos el lunes preocupa, porque no se sabe muy bien si los problemas son técnicos o si es el susto por los resultados el que ralentiza en sectores del poder la publicación de los mismos. Sea cual sea la causa, lo cierto es que la victoria islamista está asegurada, y digan lo que digan los posibilistas de allí y de aquí eso conllevará cambios y animará a otros islamistas a medrar (Egipto, Argelia, Marruecos) ante la marea que comenzó en Turquía y que, con tintes más dramáticos, se ha asentado en Libia. EnNahda, como buenos islamistas, ha sabido conquistar la calle con sus simples pero eficaces mensajes de proximidad y piedad, y han manejado y manejan a la población con el canal de televisión por satélite Al Moustakilla que emite desde el Londres, refugio aún de islamistas de todo pelaje. La ley electoral, proporcional, lima el peso de las mayorías, lo cual quiere decir que ganando como ganan en escaños aún más lo hacen en votos, habiendo obtenido en algunas circunscripciones más del 50%. Si además consideramos que el segundo partido en resultados parece ser el Congreso para la República, del histriónico Moncef Marzouki, un opositor permanente a Ben Alí y quien ha sellado acuerdos con los islamistas desde antiguo, el mapa político resultante va a ser muy poco prometedor.