Se sabe muy bien lo que le dijo Colin Powell, el general contrario a las intervenciones militares, a Bush con motivo de la intervención en Irak: "si lo rompes, te lo quedas", imitando a las tiendas de souvenirs baratos en las que se pide a los turistas que no toquen nada. Obama ha decidido que después de haberse pegado de malas maneras el jarrón roto, da igual que le falten partes todavía por ajustar, se ha cansado y lo deja como está.
Cuando Barak Hussein Obama llego a la Casa Blanca, a comienzos de 2009, había en Irak cerca de 145 mil soldados estadounidenses. La mayoría en operaciones de combate, asegurando la doble victoria, primero sobre los jihadistas de Al Qaeda y, segundo, sobre las varias milicias orquestadas por Irán. Hoy sólo permanecen en suelo iraquí unos 35 mil y todos ellos en misiones de formación, entrenamiento y apoyo, no en tareas de combate que, oficialmente, acabaron ahora hace un año.
Pues bien, la Casa Blanca acaba de anunciar que no está dispuesta a renegociar el acuerdo de seguridad con Bagdad en el que se basaba la presencia militar americana en Irak y que, en consecuencia, abandonarán aquel país a finales de este mismo año 2011. Es una opción lógica con la visión de Obama de traer a sus muchachos de todas las guerras antes de las elecciones presidenciales de 2012. Pero no por ello deja de ser una grave irresponsabilidad.
La realidad es que la situación en la zona está lejos de resultar reconfortante, aunque no necesariamente por la violencia dentro del país. En el Norte, Turquía un día sí y otro también penetra en territorio iraquí, sin el debido consentimiento del gobierno de Irak, a fin de montar operaciones de castigos contra los militantes del PKK, los kurdos independentistas. En el sur, Irán no deja de esperar para orquestar su asalto a las instituciones del país gracias a la mayoría shiíta y a las formaciones que le son fieles.
De hecho, tres grupos armados han sido reforzados con dinero, cuadros de entrenamiento y armas desde Irán para ser usados cuando más le convenga a Teherán: Kata’ib Hezbollah, muy vinculado a la Fuerza Qods, la elite de asalto de la Guardia revolucionaria iraní; el Día de la promesa, heredero del ejército Mahdi cuyo líder es el clérigo radical y pro-iraní Muqtada al-Sadr; y Asa’ib Ahl al-Haq, una escisión del anterior, totalmente dependiente de sus amos iraníes.
A pesar de que sus militantes puedan no ser muchos –se piensan en unos pocos miles– también sabemos que no son necesarios unos ejércitos masivos para infligir un gran daño en un país. Máxime si tenemos presente que fueron los soldados americanos los que combatieron a todos los insurgentes y que el ejército iraquí es todavía hoy algo más teórico que real, sin aviones, sin sistemas de control, con sólo 70 carros de combate, y sin artillería. Nada verdadero que oponer ante un Irán envalentonado.
Fue responsabilidad de George W. Bush derrocar a Saddam y pacificar, finalmente, el país. Va a ser la irresponsabilidad de Obama perder la victoria que tanta sangre ha costado, simplemente por un cálculo electoralista.
Cuando tras Irak venga Afganistán, no habrá ya nada ni nadie que nos salve del caos global.