Me gusta jugar en mis escritos con esos dos excesos del lenguaje, los arcaísmos y los neologismos. Desgraciadamente, mi ordenador me los suele poner subrayados en rojo, como una especie de alarma para que los sustituya por palabras normales. Sin embargo, tiene su gracia el recobrar voces de otros tiempos o bien introducir las que están en la calle pero no en los diccionarios. Los diccionarios no contienen todas las palabras, así como los acuarios no pueden contener todos los peces.
Ramón Freire (El Rompido, Huelva) echa de menos el arcaísmo de "invertidos" para describir a los que ahora, con poca gracia, aparecen como "gays". En todo caso mejor sería recobrar la primitiva palabra de "gayos". El término "invertidos", muy gráfico, ya no es de buen tono al ser discriminador o por lo menos infamante. El DRAE considera que lo de "invertido" es un eufemismo, pero lo son casi todos los que se aplican a los homosexuales. Al final acaban siendo afrentosos, también este de "gay". Por cierto "homosexual" es literalmente "del mismo sexo". Por tanto, no es una descripción muy adecuada para lo que rechazan el sexo opuesto para el disfrute amoroso. Claro que más absurdo es "homofobia", literalmente, "odio a los iguales". Realmente sería "odio a los diferentes en materia de sexualidad". Porque los homosexuales siempre serán una minoría. Incluso en la isla de Lesbos, solo unas pocas mujeres serían "lesbianas". Mejor hubiera sido llamarlas "safistas", pero la palabra no quedó, y el ordenador me la subraya en rojo.
Puestos a inventar barbarismos, volvamos otra vez al "invertido". En latín "invertere" equivale a dar la vuelta, desnaturalizar, alterar la posición normal de algo. La inclinación homosexual quizá esté presente en todos los humanos, en mayor o menor grado, pero la decidida posición del rechazo del sexo opuesto es muy rara en términos estadísticos. Lo que parece un contrasentido es llamar "matrimonio homosexual" a la unión de conveniencia de dos personas del mismo sexo. Por lo mismo, en nuestra cultura no podría hablarse de "matrimonio poligámico".
Juan Ramón Iturriagagoitia comenta que lo de llamar "cuerpos" a los cadáveres es un anglicismo. Efectivamente, así es. En inglés "corpse" (= cadáver). Añade don Juan Ramón que esa palabra inglesa proviene del francés o del español a través del latín. En efecto, "corpus" en latín era el cadáver en lenguaje ritual. Pero ahora lo de los "cuerpos" (= cadáveres) es un eufemismo para ocultar la muerte. Es una tacha que proviene de la cultura norteamericana, donde algunos cadáveres son emperifollados y maquillados hasta extremos ridículos.
Álvaro Ortiz de Zárate protesta contra el uso generalizado de la palabra "share" (= cuota de audiencia de los medios). La verdad es que resulta impronunciable. Podría dejarse en "chare" o algo parecido, aunque lo de "cuota", sin más, parece más sencillo. Lo peliagudo es que esa medición es muy dudosa a medida que aumenta el número de medios (emisoras, cadenas, cabeceras).