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Las 'viudas negras', asesinas al servicio del terror islamista

La prensa las bautizó y el mundo entero las teme. Llevan casi una década tiñendo de sangre las calles rusas, pero ¿por qué? ¿quiénes son las viudas negras?

Este mismo lunes volvía a desatarse la tragedia: un atentado cercenaba la vida de 35 personas en el aeropuerto moscovita de Domodédovo. La búsqueda de los responsables del horror rápidamente encalló en el mismo lugar: el cadáver de una mujer cargada de explosivos. Las viudas negras, otra vez. Pero ¿quiénes son?, ¿de dónde viene su terrorismo?

Las viudas negras surgieron primero como amenaza. Era en 2001 cuando el terrorista checheno Shamil Bsayev quien atemorizó, arrojando el aviso: tenía preparadas brigadas de mujeres para enviar a Rusia y "sembrar muerte y destrucción".

En menos de un año, la pesadilla se hizo realidad con el triste nombre de la tragedia: el Teatro Dubrovka. Los espectadores que aquél 28 de Octubre asistían a la representación de del musical Nord-Ost se vieron inesperadamente rodeados de 41 personas encapuchadas. Convencidos de que formaba parte de la representación, quedaron atónitos los primeros minutos. Hasta que aquello se convirtió en algo más macabro que un recurso escénico: estaban siendo secuestrados por terroristas chechenos. No puede circunscribirse el horror a los 170 muertos que dejó el ataque tras la intervención del Ejército ruso.

Bsayev cumplió su cruenta palabra. Veintidós de las terroristas eran mujeres, la menor de ellas apenas sumaba 16 años. El mundo despertó a la realidad de estas mujeres, que rápidamente fueron apodadas como las viudas negras por su atuendo de riguroso luto. Su imagen, una extraña mezcla entre terror y lástima.

'Las novias de Alá', o cómo morir matando

Son mujeres musulmanas de etnia chechena, hermanas, hijas, esposas, o sobrinas de terroristas muertos durante las dos guerras que devastaron el país tras la caída de la URSS. En otras ocasiones son mujeres violadas, despojadas de identidad y casi expulsadas de una sociedad tan arraigadamente patriarcal como la caucasiana.

Al fin y al cabo, víctimas de la instrumentalización de su dolor, y arma eficaz del terrorismo. Pronto se convirtieron en terreno fértil donde hacer florecer el integrismo y la sed de venganza. Desde pequeñas, las milicias chechenias y wahabíes las instruyen en su misión, alimentando su odio hacia el enemigo ruso. Un odio que las lleva a convertirse en la cara del terror, a colgarse kilos de explosivos y morir matando. Siempre, aferradas a las fotografías y certificados de defunción - que prueba su muerte a manos rusas- de sus familiares que se llevan en el bolsillo el último de sus días.

Estas mujeres, niñas en la mayoría de los casos, consagran su vida a la batalla perdida de la venganza inacabada, de la guerra interminable del Caúcaso. Descastadas, sin futuro alguno, son carne de cañón para el intergrismo.

Desde la amenaza de Shamil Bsayev el rastro de sangre de las viudas negras ha sido interminable: mataron en un festival de rock, en aviones, en estaciones de tren y metro. Todo vale, incluso acabar con la vida de niños: en 2004 secuestraron una escuela de Beslan, que terminó con 334 muertos. Hace tiempo que superaron centenares de asesinados en sus espaldas.

Las novias de Alá, directa o indirectamente, han estado presentes en dos terceras partes de los atentados perpetrados en Rusia: como kamikaces o mujeres bomba, y engañadas en muchos casos. En nombre de sus maridos, hijos, o hermanos muertos a manos rusas, imposibilitando dar fin a un conflicto que, como todos, dura ya demasiados años.

En ese avispero que es Chechenia, es difícil comprender qué mueve a estas mujeres a entregar su vida por la venganza. Las demostradas atrocidades que el Ejército ruso ha perpetrado impunemente en un territorio despedazado por la guerra, han servido al extremismo islámico para aprovechar las tragedias y echar raíces. Que ya, son difíciles de extirpar.

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