Para desmentir tamaña calumnia, nos vemos obligados a mencionarle expresamente en este espacio y precisamente ahora, que parecía estar recuperando posiciones con el beneplácito de Pepe Griñán, tras haber sido defenestrado dos veces, una por Alfonso Guerra, en realidad por Felipe González, como veremos, y otra por Manuel Chaves. Hombre de sombra, Caballos ha sido el gran controlador del socialismo sevilllano tras la marcha a Madrid de los fundadores del clan de Suresnes. Cómplice de Pepote de la Borbolla, primero cayó él y arrastró en su caída de Pepote, algo más tarde. Como todos los demás dirigentes socialistas, tiene bastantes hilos de la tela de araña en su propia familia.
En 2004, fecha de su última caída, ni siquiera esperó a la comunicación oficial y se despidió de la portavocía en el Parlamento andaluz, que había ocupado durante diez años. Lo hizo para fastidiar a Manuel Chaves que horas después le confirmó que propondría su cese en la ejecutiva regional del PSOE. Caballos dijo tener la "conciencia tranquila" y pidió disculpas a sus adversarios por ser "duro en la pelea", fruto de la "pasión en la defensa de mi partido". Duro en la pelea, dijo. Más que duro, frío, vengativo y clientelar. Implacable.
De su capacidad para la venganza da una idea el testimonio de alguien que le conoció bien: Isidoro Beneroso, ahora ex militante socialista y consejero de Javier Arenas. Cuenta Ignacio Camacho que Beneroso le confió un día que "cuando lo echamos de la secretaría provincial por orden de Alfonso Guerra, a mediados de los ochenta, Pepe Caballos hizo una lista con todos los que colaboraron en aquella cacería. Los ha ido liquidando uno por uno, con una tenacidad asombrosa. Sólo quedo yo". La verdad, Beneroso duró poco. Dos años sólo.
Pepe Caballos, de familia humilde, es maestro y sólo se le conocen tres vicios: el poder absoluto, el clientelismo político y personal y los toros. Bueno estará con todos los que en su partido le intentan impedir que acuda año tras año a la Maestranza de Sevilla. Atención, que ya estará liado en la confección de la libretilla inquisitorial donde anota quién es quién y en qué equipo juega.
Su primera gran caída, que ha tenido más, ocurrió en 1985 y fue debida a otra mente privilegiada para la perversión política. Cuentan que un día, viendo un vídeo espía sobre las manifestaciones que en Sevilla se hacían contra la OTAN, Felipe González le preguntó a Alfonso Guerra: "Y ese, ¿quién es?", a lo que respondió el vice "Pues es el secretario general del PSOE de Sevilla, Pepe Caballos". González le precisó: "Lo era, Alfonso, lo era". Así se ha contado, pero el malo de la peli fue, cómo no, Alfonso Guerra que decidió la laminación de un Caballos que había sido elegido por una mayoría a la búlgara en el congreso del PSOE de Sevilla.
Guerra viajó a Sevilla el 26 de mayo de 1985 para reunirse con un numeroso grupo de cuadros del partido en la provincia y exigir la salida del puesto del secretario provincial, José Caballos, cuya ejecutiva había sido votada por abrumadora mayoría sólo dos meses antes. El gesto, contó El País, se interpretó desde el principio como un paso más en la batalla entre Alfonso Guerra y el presidente andaluz y secretario regional, Rodríguez de la Borbolla de quien José Caballos es el hombre de confianza en la provincia. Borbolla salió en defensa de José Caballos y aseguró que no entregaría "la cabeza del Bautista". Pues rodaron dos cabezas, la de Caballos y la suya, un tiempo después.
Recuperado por Chaves, que se veía relevado del penoso deber de estar al tanto del Parlamento andaluz, le nombró portavoz -portacoz, dijeron los de la oposición -, hasta 2004, fecha en la que, junto con sus primeros espadas, los cuñados Luis Navarrete y Alfredo Sánchez Monteseirín, se enfrentó a la decisión de don Manuel de entregar el PSOE de Sevilla a su enemigo, José Antonio Viera. Tras hacerle algunas "putaditas" a Chaves, como humillar a Carmeli Hermosín y desnucar a Amparo Rubiales, Chaves lo destruyó apartándole de todo entramado de poder.
Por eso, Caballos cometió el error de figurar en la candidatura de Bono, que no tiene buena vista, como secretario de Organización precisamente, fracasando frente a las artimañas de Pepiño Blanco y el clan de Madrid. Derrotado Bono, Chaves lo marginó y sólo ahora parece que Pepe Griñán, ante el inmenso desierto de talento que tiene entre sus segundos, ha decidido incorporar poco a poco a Pepe Caballos.
Como todos sus compañeros dirigentes de la oligarquía andaluza del PSOE, Pepe Caballos tiene sus hilos de la tela de araña. Por ejemplo, su actual compañera, Mercedes Gordillo Sánchez ha ocupado diferentes altos cargos de la comunicación en Andalucía, tras haber sido la jefa de prensa del grupo parlamentario andaluz que dominaba el propio Caballos. Fue miembro del consejo de Administración de la RTVE, del Consejo Audiovisual(vicepresidenta) y ahora, consejera de la RTVA.
Su primera compañera y esposa, María Jesús Cataño Gutiérrez, maestra como él, estaba desempeñando sus labores en La Rinconada, puesto de la Junta, y allí seguía en 2008. Pero esta otra historia del hombre llamado Caballos la continuaremos la semana próxima.