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¿Fue realmente secuestrado Correa?

Ecuador recupera gradualmente la tranquilidad tras los gravísimos sucesos del pasado jueves. Finalizado el estado de excepción, los medios privados reconquistan su capacidad de informar, y con ella, comienzan a surgir los primeros testimonios que refutan la versión de secuestro sostenida por Correa.

Ecuador recupera gradualmente la tranquilidad tras los gravísimos sucesos del pasado jueves. Finalizado el estado de excepción, los medios privados reconquistan su capacidad de informar, y con ella, comienzan a surgir los primeros testimonios que refutan la versión de secuestro sostenida por Correa.

Con el estallido de la violencia el pasado jueves, cuando una revuelta policial amenazó la estabilidad democrática de Ecuador, fue decretado el Estado de excepción que mantuvo en vilo a todo el país. Este régimen suspende de manera fulminante el ejercicio de algunos derechos fundamentales, y el de la libertad de información suele ser el primero en evaporarse. No fue distinto en el país iberoamericano, donde los ciudadanos vieron como en toda la parrilla televisiva se colaba el mismo informativo: el de la televisión estatal.

Durante más de siete horas, el único mensaje válido sobre los sucesos fue la del Gobierno de Rafael Correa, que exaltaba la valentía del presidente en su secuestro, y la anuencia –cuando no la responsabilidad- de la oposición en "un intento de golpe de Estado". Las televisiones privadas detectaron en esta maniobra "un objetivo claro, que era tener una única visión de lo que estaba ocurriendo. Querían que desde el principio hablase de golpe de Estado" declaraba el presidente de la Unión de Periodistas de Ecuador, Vicente Ordóñez  a RTVE.

Pasado el peligro, surgen las dudas

Pero la limitación informativa no está amparada indefinidamente, y al caer la mordaza de los medios, estos comenzaron a indagar, contactando con los testigos presenciales de lo ocurrido el jueves.

El diario Expreso fue el primero en sembrar sospechas sobre la rigurosidad de la versión oficial. La publicación entrevistó a Aída Zaldumbide, paciente que se recuperaba en el Hospital de Quito al que llegó Rafael Correa pidiendo ver a un médico tras los altercados. La mujer desmiente que, como dijo el presidente ecuatoriano, estuviera "secuestrado" en el centro hospitalario. Muy al contrario: según lo que ella pudo observar, no estuvo en ningún momento sin la protección de su equipo de seguridad.

Rápidamente, aparecieron más testigos oculares, que sin ocultar su identidad apuntalaron la versión de Zaldumbide. Los médicos Gilberto Calle y Fernando Vargas, trabajadores del mismo centro, indicaron a Ecuador en Vivo, que una vez concluido el tratamiento a Correa –por un cuadro de asfixia y de presión alta- se trató de sacar al mandatario del Hospital. Pero él se negó. Los restantes medios, como Teleamazonas –muy crítico con el Gobierno- ofrecen testimonios de más testigos que ratifican estos acontecimientos: otros pacientes, y varias enfermeras de guardia lo confirman.

Ninguno niega el evidente cerco externo de policía que circundaba el centro hospitalario, ni ponen en cuestión si fue golpe de estado o simple altercado; pero la situación del interior del recinto se retrata en distintos términos a los difundidos. Rafael Correa recibía a todos sus colaboradores, y tenía contacto telefónico permanente con el exterior, sin ningún guardia custodiando la puerta, tal y como rezan las informaciones gubernamentales.

Estas aseveraciones han ido cubriéndose de tal solidez que también las cabeceras internacionales han llamado su atención sobre ellos. Mary Anastasia O'Grady recopila en The Wall Street Journal más declaraciones de testigos oculares, como el de Diego Chimborazo. Este policía que se encontraba en el Hospital de marras para una operación de rodilla, considera que la acción militar, y las exaltadas declaraciones de Correa carecen de sentido.

La posible clave del entuerto en estas versiones encontradas, la señala Zaldumbide: "Es injusto lo que pasó. La prensa aquí está diciendo que él fue secuestrado, pero no fue así. Las fuerzas especiales hicieron un cordón para que pudiera irse, pero él no quería. Le dijimos que se fuera, que estaba poniendo en peligro la vida de todos, pero él no quería". La paciente recrea la respuesta que les dio Correa: "Debo salir con la frente en alto así que esperaré hasta que mi gente de Alianza PAIS me rescate". Como se advierte, estos testimonios vienen a poner en cuestión la teatralidad de la actuación del presidente, no tanto la verdadera naturaleza de la revuelta.

Sea como fuere, estas versiones han sumido en la incertidumbre a los ecuatorianos sobre lo ocurrido en el "Jueves Negro" como ya se denominan los sucesos frente al Hospital de la Policía Nacional. La vida política aún se encuentra convulsionada, y con los medios privados lanzando informaciones contrarias a la versión oficial, aumenta el temor de un nuevo estacazo a la libertad de expresión. Guido Acevedo, conocido reportero de Teleamazonas ha hecho hincapié en este riesgo, ya que su cadena y él mismo, lo han sufrido durante años: "Nada cambiará mientras el presidente siga considerando a la prensa como su enemigo político".

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