Una primera mirada a los nombres que van a desaparecer de las calles de Cádiz indica que cualquiera que sea si está relacionado con la monarquía, con la historia real de España y con los militares no tiene nada que hacer en el nuevo callejero gaditano mientras gobiernen José María González Kichi y su aliado, el PSOE. Se alude a la Ley de Memoria Histórica de 2007 pero no es cierto. Si así fuera, ¿por qué eliminar la denominación de plaza de la Reina que data de 1887 y que nada tiene que ver con la Guerra Civil?
Tampoco se trata de poner nombres reconocidamente populares y compartidos por la población gaditana a las calles seleccionadas. Por ejemplo, la plaza mencionada se llamó antes y coloquialmente "de la Audiencia". No. Se trata de imponer una visión ideológica adobada con una inyección populista a todos los gaditanos, le hayan votado o no. Se trata de ganar, cómo no, la Guerra Civil en las calles y de cultivar el voto de determinados sectores afines, sobre todo el voto feminista, el voto gitano y el voto chirigotero.
Otro ejemplo es la calle Príncipe de Asturias, que ahora se va a llamar calle de Luis Arenal Plat, un socialista de toda la vida, padre de una exconcejala y exparlamentaria del PSOE. Célebre será, sin duda, el borrado del nombre de Ramón Franco, que era reconocidamente republicano, por la denominación de Proletariado del Metal, justo en plena movilización del sector, alentada de forma impropia por el mismo alcalde de Cádiz. Si quiere saberse que nombres se niegan y cuáles los sustituyen, pulsen aquí.
Hay cambios que podrían ser aceptables para todos, como el de algunos hombres buenos, artistas flamencos y mujeres destacadas, pero, que, al ir mezclados y contaminados por la ideologización y el menosprecio a otros, pierden la principal cualidad que el nombre de las calles, en todas partes, debe tener: un amplio consenso de todos los habitantes y de todas sus sensibilidades sociales y políticas. Un sueño imposible ante el dominio del sectarismo.
En este ejercicio de arbitrariedad, hay una calle, la del Corneta Soto Guerrero, que va a ser reemplazada en el callejero por la calle Emilio López, veterano periodista del Diario de Cádiz fallecido hace unos años, que resume la falta de respeto a los hechos y a las personas que se va a perpetrar y que exhibe una enorme insensibilidad, incluso para con el periodista homenajeado con el nuevo rótulo que merece una calle, pero tal vez ni él mismo hubiera querido que fuese ésta.
Precisamente fue en su Diario de Cádiz donde se publicó el 18 de julio de 2001 un artículo de Jesús Núñez, doctor en Historia, académico correspondiente de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares así como de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. Núñez es, además, miembro de la Asociación Española de Militares Escritores.
El artículo versaba sobre el corneta Rafael Soto Guerrero, un pobre soldado al que no le dio tiempo siquiera a ser fascista ni franquista ni nada, como ha recordado José Ramón del Río en el mismo medio, porque lo asesinó un disparo, se creyó que comunista, el 18 de julio de 1936. Fue el primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz y no pertenecía a ninguno de los bandos. En 1937 su nombre fue recordado en una calle.
El mismo día de julio de 1936 murió de un disparo por la espalda el anarcosindicalista José Bonat Ortega. Tiene su placa en la calle donde nació, la calle ahora llamada calle Pericón de Cádiz, antes llamada calle san Bernardo, y antes calle Camoens, y antes calle san Sebastián. Es considerado el primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz pero parece que murió antes el Corneta Soto.
¿Quién era el desgraciado corneta? "Rafael Soto Guerrero era un joven soldado de 18 años de edad recién cumplidos que a principios del mes de julio de 1936 se encontraba realizando el servicio militar obligatorio en la 2ª compañía del 2º batallón del Regimiento de Infantería de Cádiz nº 33".
De familia muy humilde de San Fernando fue bautizado precisamente el 17 de julio de 1918 en Chiclana. Su padre era chófer del arsenal de La Carraca, en la Isla y su madre cuidaba de los nueve hijos, de los que el mayor murió durante el servicio militar en la Armada.
Tuvo la mala suerte de estar el 17 de julio de 1936 de servicio. Cumplía años. La tarde de aquel día se conoció la sublevación militar en Melilla y el gobernador civil de Cádiz, Mariano Zapico Menéndez-Valdés ordenó la detención preventina del general José Enrique Varela Iglesias, padre, lo que son las cosas de Cádiz, de Casilda Varela, la primera y valiente esposa de Paco de Lucía que se enfrentó a su familia por el amor del guitarrista.
La orden de arresto fue cumplida al fin a las ocho y media de la tarde y el bilaureado Varela ingresó en el castillo de Santa Catalina. Pero su rango de general exigía reglamentariamente que tuviera a su disposición a un asistente y ese asistente fue el corneta Rafael Soto Guerrero, que durmió ya aquella noche en el castillo junto a su superior y asistido.
Al día siguiente, el gobernador militar de Cádiz, el general José López-Pinto Berizo, siendo las tres de la tarde se unió al levantamiento y dio orden inmediata de liberar al general Varela, quien continuó asistido por el joven corneta, relata Núñez en su artículo.
Poco después del mediodía, comenzaron los enfrentamientos entre leales a la República y los sublevados. Uno de los puntos de combate estaba en el Gobierno Civil. Precisamente fue allí, cuando el general Varela estaba en sus inmediaciones, cuando se produjo un disparo que tal vez quiso matarlo, pero que mató de hecho al pobre corneta Soto.
A pesar de ser trasladado al hospital de forma inmediata, murió a las seis de la tarde. Se atribuyó su muerte a la mano de la joven comunista Milagros Rendón, que fue fusilada el mes siguiente en Puerta de Tierra.
El cadáver del corneta "fue enterrado sin presencia de su familia en el cementerio de la ciudad, colocándose sobre el montón de tierra que lo cubría una sencilla cruz de madera. Pocos días después unos capitanes de su regimiento, siguiendo instrucciones del general Varela, marcharon a San Fernando y se personaron en el domicilio paterno, del corneta para relatar lo ocurrido, dar el pésame y entregar a su madre un donativo de cinco mil pesetas de la época".
Un año después, el 23 de julio de 1937, el Ayuntamiento de Cádiz aprobó la colocación de una lápida conmemorativa en la fachada de la Casa de la Aduana así como posteriormente una calle próxima al lugar de donde fue abatido. Más tarde, el corneta Soto fue ascendido al empleo de sargento de infantería "y su madre pasó a percibir a partir del 1 de enero de 1962 una pensión mensual de 1.702 pesetas".
Pero desde el triunfo del PSOE en Cádiz en 1979, en unión con el PCE, el destino de sus placas conmemorativas y su calle estuvo en entredicho. La primera en caer fue la lápida que estaba colocada en la fachada de la Diputación de Cádiz. De nada valieron los esfuerzos de su cuñado, Antonio Pérez Morales, antiguo tesorero del "Centro Obrero" de San Femando, casado desde 1933 con Concepción Soto Guerrero, hermana mayor del corneta.
Tampoco pudo conseguir que sus restos fueran enterrados junto a sus padres. porque fueron trasladados sin permiso de la familia, que tampoco quiso trasladarlo en su día al Valle de los Caídos, a un panteón del Ejército donde se mezclaron con los de otras personas.
A finales del año 2000, ya en tiempos del gobierno Aznar, se trasladaron los restos al actual panteón militar del cementerio mancomunado de Chiclana de la Frontera, donde nació en 1917, hace 104 años. Tampoco ese traslado contó con la aprobación ni el conocimiento de la familia.
La última batalla perdida por el cuñado del corneta Soto es la desaparición de su nombre de la calle gaditana donde estaba recordado desde 1937. Su argumento es contundente. El corneta Rafael Soto "era casi un niño que no pegó un tiro ni tenía ideología política alguna y que lo único que hizo como soldado fue obedecer a sus jefes".
Intentó, para evitar conflictos y realzar la reconciliación deseada en la transición, que su calle fuera compartida con el nombre del primer muerto de las filas republicanas gaditanas. Pero ahora, la decisión del gobierno municipal de Cádiz, encabezado por José María González, Kichi, ha hecho temblar la tumba del pobre cuñado que murió en 2003. El Corneta Soto Pérez, primer muerto de la Guerra Civil en Cádiz, será borrado de la memoria real de la ciudad.
Y lo que es más grave. El PSOE está siendo cómplice de un camino que, en vez de conducir a la reconciliación que impulsó la Transición Democrática, se dirige cada vez más aceleradamente hacia un enfrentamiento que se creyó superado. Como en el caso de José María Pemán y otros muchos, hay sectores, hoy mayoritarios en la izquierda, que ni creen en la democracia ni la quieren. Tenemos un problema.