La tensión Casado-Moreno produce malas vibraciones populares en Andalucía
El pulso por controlar el PP en Andalucía entre partidarios de Pablo Casado y Juanma Moreno se tensa.
Sabido es que los votantes en cualquier democracia al uso en el mundo occidental se guían más por buenas o malas vibraciones sentimentales que por sesudos análisis lógico-racionales acerca de los programas que se dirimen en las urnas. Además, como dijo el cínico profesor, sabido es que los programas se hacen para no cumplirse. Andalucía no es una excepción en ninguno de los dos elementos que se afirman.
Se creía que tras las primarias de 2018, cuando Pablo Casado derrotó a Soraya Sáenz de Santamaría (y a Javier Arenas) en toda España y en una Andalucía donde las irregularidades, malas artes y denuncias por infamias electorales fueron demasiadas, Juan Manuel Moreno y su más que escudero Elías Bendodo habían firmado la paz con la nueva Génova y que todos iban a ir juntos por la senda del cambio a pesar de las piedras del camino.
Pero, claro, nadie pudo prever que, tras obligar al presidente del PP a distanciarse completamente de sus primeros planteamientos políticos abiertos y liberales y forzar su ataque inesperado a Vox, los barones con verdadero mando en plaza, Alberto Núñez-Feijóo, Alfonso Fernández Mañueco y el barón por carambola Juan Manuel Moreno, iban a ser cuñas que deterioran aún más la extraña tarima en la que se balancea cada vez más intensamente Pablo Casado.
Pero de todos los vaivenes, el inesperado giro de los acontecimientos en Andalucía, con lo que ha tenido de evidente y público, ha mostrado que la autoridad de Pablo Casado, que anticipó los congresos provinciales para sacar tajada política y consumar su dominio del aparato, no es aceptada. Es más, es que ha sido desafiada abiertamente desde la dirección del PP andaluz, léase Moreno, Bendodo y Arenas, que no han tenido inconveniente en asumir el costo electoral que esta reyerta va a tener.
Moreno y Bendodo deben creer que el desgaste del PP se debe más que nada a las piruetas inexplicables de la presidencia de Pablo Casado, a sus inconsistencias internas, a sus nombramientos y ceses asombrosos o entre bambalinas y a su topetazo en Cataluña donde, por vez primera, se encontraba con el sorpasso inapelable de Vox que le superó en todas las provincias obteniendo escaño en las cuatro mientras el PP solo lo lograba en Barcelona. En Gerona y Tarragona, además, los votos de Vox superaron a los del PP y Cs juntos.
Nadie puede explicarse por qué en un momento de bonanza, con unas perspectivas electorales de victoria o, en todo caso, de mantener el gobierno "del cambio" como primera fuerza, ni Génova ni el PP andaluz han logrado evitar la gresca interna que tan malas vibraciones electorales están produciendo mientras Vox sube en ascensión libre y Ciudadanos se acerca a la caída libre.
Lo cierto es que el PP de Casado parece necesitar con urgencia un control político sobre las provincias andaluzas que no tiene. Y parece ser ya evidente que el PP de Moreno, ayudado por Javier Arenas y su pecio, quiere ser algo más que una sucursal de Casado y que aspira al modelo Feijóo, de barón con opciones nacionales y en todo caso, influyente y no sometido a un centralismo inseguro.
La situación de morenistas y casadistas
Tras el congreso de Granada, hace unos días, donde la unidad interna parecía dar alas la esperanza del entendimiento, saltaban los primeros escarceos en la provincia de Sevilla y la derrota por KO de Teodoro García Egea en Málaga de este fin de semana donde ha tenido que comerse con patatas la condición sine qua non de que los candidatos a presidir el partido no tengan cargo público.
Ya se sabe que también los Estatutos se hacen para incumplirlos porque en el PP, según su articulado, una misma persona no puede tener cargo orgánico en el partido y al mismo tiempo tener un cargo institucional salvo autorización expresa de Génova. Pues Bendodo es consejero, portavoz de la Junta y, al tiempo, presidente del PP de Málaga y hombre clave, con cargo oficial o no, en el PP andaluz. Y Casado no ha tenido más remedio que tragarlo.
Pero Bendodo ha ido a más y ha impuesto a Patricia Navarro como secretaria general del PP de Málaga sin renunciar a su cargo público de delegada del gobierno andaluz en Málaga. Pues o hay otra excepción a los estatutos o habrá una nueva batalla con repercusión en las malas vibraciones crecientes. Y ojo, a la dinámica del capricho porque ya se ha aceptado una excepción más en Granada, la de Jorge Saavedra, que es secretario general del PP granadino y gerente de un Consorcio Municipal, un cargo público.
El caso de Almería donde mandan Gabriel Amat y Javier Arenas desde hace décadas, puede haber sido el detonante del desmadre final del PP andaluz por la negativa de Amat a aceptar su salida de la presidencia e impedir la victoria del hombre de Génova, Javier Aureliano García, con malas babas evidentes como algunos ceses y desplazamientos bien visibles. Por si fuera poco está por ver si el viejo dirigente almeriense sigue siendo capaz de sortear las acusaciones de corrupción que hasta ahora le han perseguido sin éxito.
No se esperan graves problemas en los congresos de Córdoba, donde Adolfo Molina y José Antonio Nieto controlan un PP que está ordenado y salvando las apariencias con Juan Manuel Moreno –Nieto es portavoz parlamentario del PP en la Cámara andaluza–, si bien son más proclives al núcleo de Pablo Casado. Tampoco se esperan mayores tensiones en el congreso del PP de Huelva aunque sí algunas heridas en el caso de Jaén.
Donde más sangre va correr es en el congreso de Sevilla donde ya se han producido los primeros encontronazos. En el viejo feudo de Javier Arenas, Virginia Pérez, una antigua sorayista reconvertida en casadista plena, presente batalla frontal al clan arenista al que no se ha atrevido a desafiar Juan Manuel Moreno.
La desafiante Virginia Pérez, que se autodefine como "no manejable", ha lanzado dardos envenenados contra el "campeón" de Olvera y se siente tan fuerte que ha enviado un recado a Moreno para que reconsidere su apoyo a la candidatura del alcalde de Carmona, Juan Ávila, y se avenga a un acuerdo previo.
Tan segura debe estar de su victoria que se atreve a comprometer a Pablo Casado. Si es por avales, ha doblado a su oponente y eso es un indicio. O sea, que Casado puede tener una gran victoria en Sevilla, que es epicentro de Andalucía, pero insuficiente para el control del PP andaluz.
Y luego está Cádiz, provincia en la que no parece que Ana Mestre, morenista y vinculada al núcleo arenista de la provincia que también incumple las exigencias estatuarias del doble cargo orgánico e institucional, tenga oposición relevante a pesar de que Pablo Casado se hizo fuerte por medio del alcalde de Vejer, José Núñez, que llegó a sustituir al propio Arenas en la portavocía del Senado, y la hasta entonces muy amiga del de Olvera, María José García Pelayo.
La pregunta, que se hacen muchos en Andalucía, es por qué dar pie a este espectáculo que se proyecta nacionalmente como división y tensión, para que, al final, salvo Sevilla donde ya mandaba Casado porque la preside la misma Virginia Pérez que es su candidata ahora, en las demás provincias o hay consenso o gana Moreno (con Arenas en la joroba) con las excepciones estatutarias que hagan falta.
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