En 1802, las dos Castillas y Andalucía superaban en su conjunto el 50 por ciento del PIB nacional mientras Cataluña y País Vasco apenas llegaban al 10 por ciento. En 2004, estas dos últimas regiones habían ascendido hasta el 22,5 por ciento del PIBV español mientras las primeras bajaron hasta el 24,9, esto es, redujeron su importancia económica a la mitad en dos siglos. Son datos procedentes de la Contabilidad regional de España y del libro de Diego Guerrero, Economía franquista y capitalismo.
Se elija el indicador que se elija, el índice de Desarrollo Humano, la renta per cápita e incluso el más moderno Índice Física de Calidad de Vida, se tiene que concluir necesariamente que desde 1900 a 2000, durante todo el siglo XCX, Andalucía ha estado a la cola de España, acompañado como es costumbre por Extremadura y buena parte de Castilla la Mancha, Murcia y Canarias.
Podría decirse que, desde la Restauración hasta el momento presente, la economía andaluza y, por ello, el nivel de vida de sus habitantes o ha retrocedido o se ha estancado respecto a las demás regiones españolas. De tal certeza incuestionable, se deduce que las políticas económicas aplicadas desde entonces a ahora no han logrado el despegue andaluz ni el de otras regiones españolas. Ni la II República, ni el franquismo, ni los 40 años de España democrática (la mayoría de ellos bajo gobiernos socialistas) han logrado que Andalucía (con otras regiones) alcance la media nacional de bienestar social.
Ayer mismo, se supo que, según los datos de Eurostat, Andalucía es una de las seis regiones de España que no alcanza el 75% de la media europea, un listón que sí superó en la primera década del siglo XXI, motivo por el cual dejó de ser considerada Región Objetivo 1, con la pérdida de ingresos europeos muy relevantes. La posterior crisis económica desencadenada durante la etapa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero volvió a sumir al Sur español, a Andalucía de manera destacada, en una divergencia sostenida respecto a las medias europeas de desarrollo.
De hecho, Andalucía no alcanza el 75 por ciento de la riqueza media per cápita de la UE y se sitúa en el 68 por ciento. Es decir, un tercio por debajo de la media continental y sólo cuenta con un PIB por persona de 19.100 euros, una cantidad que sólo tiene por debajo a Extremadura y Melilla y se encuentra al mismo nivel que Bulgaria, Hungría Rumanía, Polonia, Eslovaquia o el sur de Italia.
Madrid, País Vasco, Navarra y Cataluña, están por encima de la riqueza media europea y forman parte del grupo que componen Irlanda, sur y este de Alemania, norte de Italia y Austria. Madrid está a la cabeza de España y su PIB per cápita es casi el doble del andaluz, superior a los 35.000 euros y otras regiones como País Vasco, Navarra y Cataluña están por encima de los 30.000 euros en PIB por persona.
Recuerda La Razón que en el año 2007, Andalucía alcanzó el 79 por ciento de la riqueza media de la Unión Europea y que bajó nada menos que 12 puntos como consecuencia de la crisis económica por lo que vuelve a ser Objetivo 1 de la Unión Europea, triste distinción de las regiones menos desarrolladas de la eurozona.
En los datos recientemente comunicados por el INE en lo referente a la Contabilidad Regional de España, la media española de la renta disponible bruta de los hogares per cápita se sitúa en 15.186 euros por persona. Pero un andaluz no llega a los 12.000 euros (11.942) mientras que vascos, madrileños, navarros y catalanes obtienen una cantidad por persona superior a los 17.000 euros. Andalucía, según este indicador, es la penúltima región española, sólo por encima de Melilla.
Sea cual sea la explicación definitiva de este problema secular –es evidente que Andalucía está lejos de los primeros puestos en servicios, construcción e industria (donde está muy lejos de Cataluña y otras regiones) mientras está muy a la cabeza del sector agrario, pesquero y minero–, lo cierto es que hasta el momento el objetivo trazado de estar a la altura de todas las regiones de España, pieza movilizadora clave de las manifestaciones proautonómicas, no se ha conseguido. Es más, el estancamiento es un hecho.
Recién celebrado el Día de Andalucía, conmemorando el 40 aniversario de la ratificación del Estatuto de Autonomía, el nuevo gobierno andaluz tiene sobre sí la responsabilidad de ofrecer una estrategia de desarrollo viable que logre lo que no se ha conseguido en más de cien años. El PSOE dispuso de 36 años para conseguirlo y no lo logró más que en sus andanadas de propaganda, El PP y Ciudadanos, con Vox al fondo, tienen su oportunidad de hacer política con mayúsculas promoviendo la igualación andaluza y el fin de la Andalucía postergada.
Pero no parece que ilusionar sin trampa a los andaluces en este gran proyecto histórico esté entre las prioridades actuales del gobierno de Juan Manuel Moreno. Puede comprenderse que acaba de llegar –ya lleva más de un año–, y que hay muchas urgencias y dificultades. Pero es que, para mantenerse durante varias legislaturas en el gobierno, algo necesario para que el avance se perciba, es preciso primero señalar lo que debe ser, este sí, el Objetivo 1 de Andalucía y trazar un plan que lo haga históricamente posible.