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Andalucía

La izquierda andaluza, un carajal: Susana Díaz contra las cuerdas y los 'anticapis' quieren salir de Podemos

El Gobierno andaluz afronta la cuestión de la supremacía con un Cs muy debilitado, con un PP que tiene bien cogidos los mandos y un Vox que crece.

El Gobierno andaluz afronta la cuestión de la supremacía con un Cs muy debilitado, con un PP que tiene bien cogidos los mandos y un Vox que crece.
Susana Díaz y Teresa Rodríguez, con el presidente Moreno | EFE

La situación de la izquierda andaluza es delicada. De una parte, tiene a una Susana Díaz contra las cuerdas de la historia, perseguida por la memoria de su fiasco político contra Pedro Sánchez, debilitada por su fracaso electoral de 2018, acosada por las continuas asechanzas de los sanchistas andaluces que desean su retirada, revelada como una consumada contorsionista política aceptando ahora lo que combatió entonces y sufriendo el abandono paulatino del apoyo de muchos militantes, incluso en Sevilla.

Por otro lado, está el entremés de Teresa Rodríguez que, desde su grupo radical y extremista, los "anticapis", intentó generar una formación política izquierdista de ámbito andaluz que recogiera los sentimientos andalucistas y limitara su tarea al Sur de España y que ha comprobado cómo el ascenso a la vicepresidencia del gobierno de su máximo adversario, Pablo Iglesias, aliado con su exsocio Izquierda Unida, van a terminar con su sueño político. De ahí que o se somete o se tendrá que ir, como ya han anunciado algunos de sus dirigentes.

Pero ocurre que los procesos pueden acelerarse o no, según convengan a la fuerza dominante de las que se enfrentan. Hay que mantener un mínimo decoro en la oposición que se está haciendo al gobierno de centro-derecha y la apelación a la presencia de la "extrema derecha" como elemento atizador no parece disponer de mucha credibilidad cuando sus partidarios ni han matado ni robado ni escrachado y el gobierno Sánchez cuenta con el apoyo de los herederos de asesinos, golpistas y sediciosos.

Por lo que se va viendo, ni a Pedro Sánchez le conviene la desaparición absoluta y total de una Susana Díaz sobre la que puedan cargarse todas las culpas y responsabilidades, ni al triunfante Pablo Iglesias le urge la retirada de Teresa Rodríguez hasta que no logre hacerse con todas las riendas.

De una parte, Sánchez parece decidido a nombrar como delegada delGobierno en Andalucía a Sandra García, en origen no muy distante de Susana Díaz aunque, como es habitual, ponga huevos en todos los nidos y para ello, tendrá que retirar del cargo a uno de los fieles de su virrey andaluz, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, el actual delegado Lucrecio Fernández, e impedir que un antisusanista declarado como Carlos Toscano, hermano de Quico Toscano, jefe del poderoso clan Toscano, acceda al cargo. Susana tendrá un respiro, aunque el tiempo dirá para qué, si ha sido perdonada o se pretende que mengüe hasta su mínima expresión antes de liquidarla.

Por otra parte, Pablo Iglesias ha conocido que los "anticapis" quieren dejar de formar parte de Podemos y, de hecho, han decidido no participar con documentos y propuestos en próximos eventos organizativos. ¿Para qué obstaculizar que un puente de plata conduzca al enemigo interno a las afueras de la fortaleza?

Mientras tanto, el Gobierno del centro-derecha andaluz afronta la cuestión de la supremacía con un Ciudadanos muy debilitado, con un PP que tiene bien cogidos los mandos de la Junta y un Vox que acaricia la idea de crecer y crecer hasta, quién sabe, si convertirse en primera fuerza de la derecha andaluza.

La timidez de los cambios producidos hasta el momento favorece a quien expone con mayor claridad cuáles son sus posiciones mientras aumentan los decepcionados por la falta de valentía de un centro-derecha al que comienza a revolvérsele el patio, tanto en Canal Sur, como en las asociaciones que temen verse privadas de la financiación pública habitual o los irredentos de una sanidad pública que sigue sin dar señales de reforma seria que incluso amenaza con sostener su peculiar administración paralela interna, contra odas las promesas electorales.

Afortunadamente para Juan Manuel Moreno, además de la crisis de la izquierda andaluza, tres factores vienen a consolidar su gobierno. De una parte, el apoyo de Vox que, pese a las diferencias, ha mostrado entender qué es realmente importante de esta carambola histórica inusitada en el Sur y permite disponer de una sólida estabilidad. Por la otra, la bandera andaluza, en la que se envolvía el PSOE desde 1982, está a punto de cambiar de mástil debido a las concesiones que el gobierno social-comunista -separatista hará a Cataluña y País Vasco.

Para rematar la faena, María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, presunta candidata a suceder a Susana Díaz, ha cometido un error de bulto dejando al PSOE andaluz a los pies de los caballos, a derecha e izquierda, con el infamante impago de un IVA pagado por los andaluces y no recuperado desde 2017. Aunque trate de compensar al agravio con alguna concesión o artimaña, el campo de la propaganda está servido. Ni los "anticapis" la apoyan.

Si todo este momento favorable es aprovechado por el centro-derecha andaluz para evidenciar cambios de calado, de equilibrio de los poderes, de cercanía, de respeto a sus votantes, y de estrategia de desarrollo para una Andalucía que lleva 40 años esperando, es posible que, con las alteraciones internas forzosas, pueda seguir gobernando otra legislatura. De no hacerlo, el cambio, que no se ve con claridad por parte alguna, habrá sido un espejismo y el desierto volverá de nuevo.

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