He de confesar que, desde las elecciones del catorce de marzo de 2004, me resulta imposible asimilar un proceso electoral con un derecho y un deber ciudadanos.
La profanación de templos católicos en Francia se ha convertido en una suerte de terrorismo simbólico: no ocasiona muertes, pero sí un inmenso daño moral.
Manolo Alcántara era un gran columnista. Fue también un gran poeta, un notable púgil y un magnífico cronista de boxeo. Pero, sobre todo, fue un gran conversador, que es como decir un gran observador de la vida.
Lo que se dirime el próximo domingo es el futuro de la Nación y la vigencia del régimen constitucional surgido en 1978, clamorosamente amenazados por el PSOE del felón Sánchez.
Quien vende a sus conciudadanos es, sencillamente, una mala persona. Y quien pasa de decir "convocaré elecciones cuanto antes" a "agotaré la legislatura" es, además, un mentiroso.