La socialdemocracia ya no está en crisis. Ya no. La socialdemocracia está muerta. Muerta y enterrada. La mató la inmigración. Quizá habría que decírselo a Sánchez.
Ahora que han decidido cerrar la puerta a quienes consideren odiosos, como ha sucedido en la universidad, ese concepto irá ampliándose hasta alcanzar a la derecha convencional.
La realidad nos enseña que las disparidades son la norma, no la excepción que debe ser explicada, y que están causadas por razones muy distintas a la genética o la discriminación.