Ni las licencias, ni las leyes 1-30 ni la amenaza cierta y cercana de los coches autónomos tienen tanta importancia como que los propios taxistas han decidido destrozar su negocio.
La conjura es de las FARC y su aliado Juan Manuel Santos. Por allá caminan las Euménides que enloquecen a Uribe pero que lo que se proponen es matar a Duque y mantener en sus garras el país entero.
Socialista al fin y al cabo, nos ha salido indolente, un perfecto haragán. Al ritmo que va no le dará tiempo a hacer el daño que cabía prever al comienzo de su mandato.
Desgraciadamente, los taxistas están instalados en la defensa de un privilegiado statu quo que no tiene razón de ser y que menos aún debe ser apuntalado mediante una ominosa violencia liberticida.