L D (EFE) Una falta de Rodrigo de la Fuente sobre Antonis Fotsis cuando el griego iba a lanzar un triple a falta de ocho décimas de segundo desató la tormenta en el clásico de la Copa porque los árbitros le dieron dos tiros en vez de tres, justo con el marcador en 80-77, y truncaron la posibilidad del empate para los blancos.
El clásico de este año venía con otra orientación. El Real Madrid comparecía por primera vez en mucho tiempo ante su máximo rival con un sitio ganado a pulso en los pronósticos. En esta ocasión no partía como víctima propiciatoria, sino como un contendiente con posibilidades y aspiraciones de éxito tan justificadas como las del propio Barcelona, que libraba la primera defensa de uno de los tres títulos conquistó la temporada pasada. Svetislav Pesic sorprendió a muchos con la inclusión del joven Víctor Sada en el quinteto inicial, aunque fue un mero detalle a la sombra de la auténtica diferencia respecto a eliminatorias anteriores: el estado anímico.
El clásico de este año venía con otra orientación. El Real Madrid comparecía por primera vez en mucho tiempo ante su máximo rival con un sitio ganado a pulso en los pronósticos. En esta ocasión no partía como víctima propiciatoria, sino como un contendiente con posibilidades y aspiraciones de éxito tan justificadas como las del propio Barcelona, que libraba la primera defensa de uno de los tres títulos conquistó la temporada pasada. Svetislav Pesic sorprendió a muchos con la inclusión del joven Víctor Sada en el quinteto inicial, aunque fue un mero detalle a la sombra de la auténtica diferencia respecto a eliminatorias anteriores: el estado anímico.
Bennett devolvió al Real Madrid los diez puntos de ventaja al poco de empezar el segundo cuarto (22-32), pero de nuevo paró ahí. Juan Carlos Navarro tuvo gran parte de responsabilidad en que así fuera. La zona madridista le abrió camino para alargar su estadística hasta los quince tantos -cinco hasta entonces- y, entre eso y el descanso de Bennett, la ventaja madrileña desapareció casi entera. El retorno del base estadounidense detuvo la ascensión azulgrana. Un triple suyo después de hacer volar al cielo del pabellón al mismísimo Dejan Bodiroga cerró la primera mitad del partido con 47-51 en el marcador. De nuevo, poco premio para la superioridad como colectivo de los blancos, privados de mayor recompensa por las rachas individuales de algunos barcelonistas. Enseguida surgió otra circunstancia que el Madrid no hizo pagar convenientemente a su rival. El Barcelona necesitó cuatro minutos y medio para anotar sus primeros puntos del tercer cuarto, pero es que los madridistas sólo hicieron dos a través de Kambala. Insuficiente para que nadie lamente una sequía tan prolongada.
Poco a poco, casi sin notarlo, el aplomo que irradiaban los blancos fue cambiando de camiseta. Christian Drejer lo puso todo de golpe en manos del Barcelona con dos triples. El primero empató la contienda (59-59 m.28); el segundo la llevó al lado de los suyos (62-59). Era el momento de Bodiroga. El serbio comenzó a jugar un uno contra cinco como base. Sus características fintas, sus movimientos para hacerse huecos y tirar, en fin, todo el repertorio, entraron en escena, aunque sin terminar de inclinar la balanza, igualada a los pocos segundos de iniciarse el último cuarto con triple (63-63) de un Bennett intensamente vigilado que dejó para mejor ocasión las penetraciones.
El equilibrio ahora lo inundaba todo, el pulso deportivo y también la confianza de los dos equipos en lo que hacían. Sin embargo, el Madrid redujo todo su ataque a los tiros de larga distancia, se olvidó de meter balones dentro de la zona y eso le generó dudas en un momento de altísima dificultad (67-66 m.34). Lamas pidió el tiempo muerto de rigor. Dos balones movidos hasta encontrar las manos de Kambala en la pintura, alguien que por fin busca el aro en carrera y de nuevo la incertidumbre (71-72 m.36). Los tiros libres la rompieron en medio de aciertos y errores producto de los nervios y la tensión. Ahí el Barcelona llevaba las de ganar y ganó, ajustado y con polémica, pero ganó. La falta sobre Fotsis para todo el Madrid, y para muchos más, debió ser castigada con tres tiros libres. No con dos. Error grave.