Italia, finalista de la pasada Eurocopa frente a España, ha ido creciendo tras una sequía que le ha apartado de la temible imagen que transmitía a sus rivales. Pretende ser una de las dos selecciones que se abran hueco en octavos. Cesare Prandelli ha encontrado el equilibrio y ha alejado a la Azzurra de su perfil excesivamente defensivo.

Todo apunta a que será el último Mundial de jugadores veteranos que deben dar el relevo a los jóvenes promesas que llegan pisando fuerte. Gianluigi Buffon o Andrea Pirlo son algunos de ellos. El último eslabón de una generación que ha marcado una época en el fútbol italiano tanto con sus clubes como en el equipo nacional.

Italia siempre ha sido relevante por el poder de su defensa. Bloque compacto y aguerrido al que es complicado encontrar huecos a través de los que hacer goles. El centro del campo lleva tatuado el nombre de Andrea Pirlo. Montolivo, Aquilani o Motta son viejos conocidos que deben complementar su visión de juego. Habrá muchas miradas puestas en Marco Verratti que va ganando importancia en el PSG y debe ser referente de Italia. Sobran las palabras para definir, en la delantera, a Mario Balotelli. Él mismo se describe a la perfección a través de sus actos. Es un gran futbolista a quien le falta aún madurez para comprender el papel que debe desempeñar en el fútbol. Si está centrado, si se dedica a mostrar su mejor versión sobre el césped, sus genialidades aparecerán y le darán alegrías a Prandelli.

El seleccionador ha tenido que elegir entre las múltiples opciones para la zona de ataque. Se han quedado fuera Luca Toni, tras su excelente año a los 37 años, y Alberto Gilardino, además de Rossi, que no se ha recuperado de sus lesiones. Pero Ciro Immobile y Lorenzo Insigne despiertan ilusión entre los aficionados. Ambos han despertado el interés de clubes europeos gracias a sus buenas campañas en el Torino y Nápoles, respectivamente.