La selección turca pretende repetir el éxito alcanzado en la Eurocopa de 2008 cuando sorprendieron con su recorrido hasta las semifinales del campeonato. Han pasado ocho años y cuesta reconocer a aquella selección en la actual. Han evolucionado y se han regenerado para convertirse en un plantel guerrero y complejo de conquistar.

La fase de clasificación para la Eurocopa de Francia no iba a ser un camino de rosas. La competencia era alta pero la hecatombe de Holanda les permitió obtener la tercera plaza por detrás de la República Checa e Islandia. No comenzaron de la mejor manera. En los tres primeros encuentros solo pudieron conseguir un punto. Sin embargo, el punto de inflexión llegó ante Kazajistán. Aquel partido fue vital para revertir la situación y dar paso al buen rendimiento que les llevó a hacerse con el pasaporte para Francia.

Dentro del plantel hay que hacer una mención especial a sus dos figuras. Por un lado, Arda Turan es tan relevante que dependiendo de cómo se encuentre puede afectar al rendimiento del resto. No ha vivido su mejor temporada. Llegó al Barça pero no pudo disputar partidos hasta el mes de enero. Desde entonces, aunque su adaptación ha sido buena no ha llegado a tener la relevancia esperada. Acostumbrados a ver un Arda Turan incisivo, diferencial y decisivo con el Atlético de Madrid, su papel ha quedado relegado a un segundo plano para Luis Enrique. Con su selección debe volver a brillar, echándose el equipo a la espalda recuperando el descaro y picardía que le convertían en un jugador sobrado de talento pero diferente al resto.

Otro de los nombres propios es Çalhanoğlu, que será un auténtico quebradero de cabeza en el ataque por el flanco izquierdo. Juntos deben contagiar al resto para crecerse ante los rivales y ofrecer su mejor versión competitiva.