Resulta imposible pensar en Ucrania sin acordarse de Konoplyanka. El futbolista del Sevilla ha aterrizado en la Liga con la intención de convertirse en uno de los fichajes más trascendentes de la temporada, pero su brillantez se ha visto mermada al no tener un rendimiento regular. Sin embargo, ha sabido aceptar el papel encomendado por Unai Emery.

Ucrania ha madurado. Atrás han dejado las dudas propias de una selección inexperta. Desde principios de 2013, Mykhailo Fomenko se ha encargado de dirigir el equipo nacional. A la Eurocopa de 2012 accedieron como coanfitriona junto a Polonia, por lo que no tuvieron que disputar ningún partido de clasificación. Con la llegada de Fomenko mejoraron sus opciones de viajar a Brasil, pero cayeron en la repesca ante Francia. Esta vez, para llegar a la Eurocopa han tenido que sufrir en un grupo liderado por España y Eslovaquia. Sin nada que hacer para el acceso directo, se encomendaron a una repesca que en esta ocasión sí que les sonrió.

Fomenko tiene las ideas claras, sabe lo que su selección necesita y cómo conseguirlo. El esquema es fijo. Confía en el 4-2-3-1 que ha empleado en los últimos cuatro años. Pocas veces ha derivado a un 4-4-2. Se siente cómodo sacando el máximo rendimiento de las dos estrellas de su equipo: Konoplyanka y Yarmolenko. Cambiar el dibujo implicaría sacrificar a quienes están llamados a marcar las diferencias y generar el mayor desborde ofensivo.

Defensivamente son un equipo trabajado, que evita los errores y antepone la practicidad. Necesitan recuperar rápidamente el balón, sobre todo para permitir que sus dos talentos entren en juego cuanto antes.

Entre las ausencias, destacan las del centrocampista Oleh Gusev y el delantero Artem Kravets debido a que se encuentran por debajo del nivel físico que el técnico considera óptimo para vestir la camiseta de su país. Zorya Luhansk, Mykyta Kamenyuka, Ivan Petriak, Maksym Malyshev y Yevhen Shakhov también se han caído de la convocatoria provisional.