Con Gallardón en la alcaldía ni el suelo ni las farolas se libran de su furia transformadora. La penúltima del alcalde es el nuevo solado y la nueva iluminación urbana que ya luce parte del paseo de Recoletos, arteria principal de la ciudad y, por unir la Cibeles y Colón, uno de los paseos más emblemáticos y transitados de la ciudad.
La obra, que se enmarca al igual que el traslado de la estatua de Colón al centro de la plaza, dentro del macroproyecto de reordenación urbana del eje Prado-Recoletos, ha costado 4.268.681 euros, siempre según fuentes municipales, que anunciaron el presupuesto a principios del año pasado.
La reforma, fundamentalmente estética, consiste en la reurbanización de la acera oriental (la de los pares) y el bulevar del paseo de Recoletos. La acera occidental (la de los impares) se ha quedado como estaba. Y no todo el paseo de Recoletos, sino sólo el tramo que va de la plaza de Colón a la calle Salustiano Olózaga, a mitad del paseo junto al Palacio del marqués de Salamanca.
Hasta la fecha el mobiliario urbano de este tramo del paseo era tradicional, con farolas de estilo fernandino con un macetero en el fuste donde se colocaban flores de temporada, bancos con respaldo de hierro forjado y listones de madera, y suelo de baldosas historiadas con dibujos geométricos. Nada del otro mundo pero perfectamente acorde con el espíritu de un paseo cargado de historia a cuyos lados se levantan palacetes decimonónicos y edificios como la Biblioteca Nacional o la Casa de América.
El proyecto de reurbanización ha cambiado por completo el mobiliario al paseo y lo ha ensanchado ligeramente en la acera de los pares, sacrificando, eso sí, parte del bulevar oriental que, según el proyecto municipal, tenía poco uso peatonal y servía de aparcamiento a coches y motos.
Flexos de mesa
Pero no han sido los centímetros de acera lo que han soliviantado a los viandantes (los habituales y los ocasionales), del paseo, sino sus nuevas farolas y su nuevo suelo. Diseñado todo por el arquitecto portugués Álvaro Siza, las farolas son modernas en acero, de fuste fino y lámpara en plástico símil metacrilato con todo a la vista. El diseño “no es feo pero aquí no pega” me asegura un paseante bien intencionado que cree que “esto allí en AZCA estaría bien, pero no en esta zona tan histórica”.
Otros hacen al farolario una enmienda a la totalidad. Vicente, que, según cuenta, pasa mucho por aquí, está “cabreado desde que empezaron esto, porque, ahora los turistas van a pensar que somos unos macarras, a ver si me entiendes, esto para una ciudad horterilla tipo Benidorm pues vale, pero no para Madrid, que es la capital”. Su compañero de paseo matinal concluye taxativo “estas farolas son como flexos de mesa, pero de los baratos”.
Sarcófagos y cemento armado
Para Lourdes, que trabaja en Colón son “feas con avaricia, parecen como de un tanatorio, oye ¿y esto es cosa de Esperanza Aguirre o de Gallardón?”. De Gallardón, “pues la madre que le parió”. “Y el suelo, ¿qué te parece el suelo?”, le pregunto… “¡Ah!, ¿pero esto lo van a dejar así?, creía que seguían las obras”. No, las obras se han acabado y el suelo se va a quedar así.
El suelo del bulevar es de cemento como el de una obra a medio terminar y, como tal, los días de lluvia se encharca. Los bancos son bloques de mármol sin respaldo de los que invitan a no sentarse. Diego es jubilado y se viene a fumar al paseo porque su mujer en casa no le deja. “Mira, yo me sentaba en un banquito de los antiguos y me echaba el pitillo tan ricamente, ahora a ver quien el guapo que se sienta ahí, vamos que luego no me puedo levantar”. “Parecen sarcófagos” me dice un espontáneo que interrumpe mi charla con Diego.
La gente transita sobre el cemento a toda prisa como si aún siguiese en obras y fuesen a mancharse los pantalones. “Esto digo yo que lo cambiarán”, me dice un cliente del Gijón que acaba de salir del café matutino, “hace años en la Puerta del Sol pusieron unas farolas con forma de supositorio, la gente se quejó y el alcalde, que creo que era Tierno, las quitó”. Yo que él no estaría tan seguro. La nueva estética farolera se está extendiendo por Madrid como una mancha de aceite. Tal vez, después de dos siglos y gracias al alcalde, las farolas de estilo fernandino, por Fernando VII, sean ya historia en el centro de la capital.
Suelo de cemento y farolas de tanatorio en el paseo más emblemático de Madrid
Recoletos luce nuevo mobiliario urbano y nuevas aceras. Las farolas de acero y plástico, los bancos de mármol sin respaldo y el suelo de cemento. Todo, eso sí, de diseño firmado por un prestigioso arquitecto.
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