Jesús Gómez es una de esas anomalías que, muy de vez en cuando, se presentan en el viciado, monolítico y previsible panorama político español. No es hijo de político, ni amigo de político, ni empezó a enredar con la política con 16 años recién cumplidos como sucede con las nuevas camadas de alcaldables, diputados y jóvenes promesas que inundan las listas electorales. Gómez es otra cosa. En breve será designado candidato del PP a la alcaldía de Leganés (una ciudad de casi 200.000 habitantes al sur de Madrid) y si las urnas le son propicias –todo indica que lo serán– el próximo mes de junio se convertirá en primer edil de una ciudad que, hasta la fecha, ha sido un incontestable feudo socialista. Y todo esto lo habrá conseguido sin cabildeos y sin más hipoteca que la que paga por su casa.
Hijo de una familia muy humilde de emigrantes provenientes de Cuenca y Andalucía que llegaron a Madrid en los años 60 con lo puesto, a Gómez todo en la vida le ha costado mucho. Es, por decirlo de algún modo, el reverso de la misma moneda que, en su anverso, lleva la efigie de socialistas dinásticas como Leire Pajín o Bibiana Aído. Estudió en un colegio público porque su padre, albañil, fontanero y, cuando venían difíciles, conductor de autobús, no podía permitirse uno privado. Luego hizo la FP pensando en dedicarse a un oficio, pero cambió de opinión y, al terminar la formación profesional como técnico auxiliar administrativo, se matriculó en COU para estudiar luego una carrera universitaria que tenía decidida de antemano, la de Ciencias Económicas, en la universidad pública, naturalmente.
Fontanero, ordenanza y bibliotecario
Pero en su casa del popular barrio de Saconia las cosas no estaban para mantener estudiantes ociosos, así que para financiarse los estudios superiores hizo una oposición a ordenanza de la Comunidad de Madrid. La sacó, y a lo propio de los ordenanzas se dedicó durante un año hasta que pudo hacer una promoción interna a oficial administrativo. Su idea era trabajar en una de las biblioteca que administraba la comunidad. Un sueldo mejor y más tiempo para dedicar a la lectura. Volvió a sacarla sin demasiados contratiempos y fue destinado a la Biblioteca Pública José Acuña, en la madrileña calle Quintana.
Allí, entre libros, pasó trece años que recuerda gratamente. Terminó la carrera –en la especialidad de econometría con nota– y empezó los estudios de doctorado. Aunque hizo todos los cursos de posgrado dejó pendiente la tesis. Entre el sueldecillo de la biblioteca y lo que sacaba echando una mano a su padre con la fontanería juntó lo suficiente para pagarse un máster en asesoría fiscal por el Instituto de Empresa.
Fue entonces cuando su vida empezó a dar un cambio radical y a llevarle por derroteros que él nunca hubiese imaginado. En el año 2000 nació Libertad Digital, uno de los primeros diarios concebidos exclusivamente para Internet y el primero en hacer gala de una línea editorial marcadamente liberal. Al año siguiente Jesús, que desde la facultad mantenía contacto con el pequeño grupo de estudiantes liberales que con el tiempo fundarían al Instituto Juan de Mariana, comenzó a colaborar con LD, en concreto con su revista de pensamiento: La Ilustración Liberal.
Un personaje curioso
El Jesús Gómez de hace una década era, cuando menos, un personaje curioso. Bibliotecario, fontanero, especialista en fiscalidad y econometría y, sobre todo, liberal. Le fascinaba la escuela austriaca de economía, la de los Mises, los Hayek y compañía, que de un tiempo a esta parte ha cogido tanto renombre pero que entonces eran completos desconocidos. Jesús se había tomado el trabajo de aprender inglés para aspirar a un mejor empleo y, porque no decirlo, para multiplicar por cuatro su menú de lecturas. A finales de los noventa una editorial le encargó su primera traducción y traduciendo anduvo bastante tiempo en los ratos libres. Sin ir más lejos, la traducción al español de la teoría monetaria de Hayek es suya.
Un tipo así de brillante no pasa desapercibido, de modo que el diario quiso contar con sus servicios durante más tiempo. En septiembre de 2001, el 11-S exactamente, le fichó como jefe de opinión. Pidió una excedencia indefinida en la biblioteca, se despidió de sus compañeros y emprendió la arriesgada pero siempre gratificante carrera de periodista de opinión. La aventura duraría algo más de dos años, hasta noviembre de 2003, cuando Esperanza Aguirre, vencedora en las elecciones regionales, le llamó para que formase parte de su gabinete. No se conocían personalmente pero, por lo que parece, Aguirre le seguía la pista.
En la Casa de Correos de la Puerta del Sol pasó una legislatura entera. A principios de 2007, con cuarenta años recién cumplidos, el PP de Madrid le envió a Leganés para reforzar el equipo popular que, por entonces, capitaneaba Guadalupe Bragado. Ganaron las elecciones y hasta pudieron formar un efímero gobierno municipal, tan efímero que sólo duró 23 días, al cabo de los cuales PSOE e IU llegaron a un acuerdo y retomaron la alcaldía por las bravas. Jesús no volvió a la capital, se quedó como concejal y portavoz de la oposición en el ayuntamiento de la localidad, se mudó con su familia a Leganés y lleva tres años preparándose para el siguiente asalto, que tendrá lugar dentro de unos meses.
El polifacético candidato, que es casi de todo menos político, al menos político según se estila en España –de la cuna a la tumba en el coche oficial–, puede llegar a ser alcalde sin habérselo propuesto, como otros, en plena adolescencia. Se siente un pepinero (gentilicio de Leganés) más y espera romper la maldición de las últimas elecciones, en las que el PP consiguió la alcaldía en justa lid y fue luego desalojado con muy malas artes por parte de la izquierda. Encabeza el grupo municipal mayoritario y las encuestas le dan como ganador. ¿Qué más puede pedir?
Él, entretanto, sigue a lo suyo haciendo gala de la tenacidad propia de los que todo en la vida lo han sudado mucho. Nunca pensó en dedicarse a la política, pero ahora que está dentro ha concluido que lo mejor que puede hacer es ser lo que siempre ha sido: un hombre honesto consigo mismo y con los demás. Vive en el centro de Leganés en un piso que compró con una hipoteca, conduce un Nissan de segunda mano y tiene una moto de cuando era soltero, también de segunda mano, con la que, de vez en cuando, se da un paseo hasta el puerto de la Cruz Verde.
Nada que ver con el Citroën C6 Exclusive en el que se mueve el alcalde socialista Rafael Gómez Montoya, el mismo que tiene Nicolas Sarkozy, de ahí que los pepineros, madrileños a fin de cuentas, hayan motejado al coche del alcalde como el Sarkomovil. Costó 81.000 euros y está equipado con todos los extras, un caprichito que muy probablemente pase factura en las elecciones. Y ahí estará Jesús Gómez, genio y figura, para recordárselo.