Dice el académico Gregorio Marañón que "la verdad resulta, a veces, puñetera, pero es siempre insobornable, y reaparece, una y otra vez, entre el oleaje levantado por los mitos, las leyendas y las fábulas", por lo que quiere "terciar en la polémica que ha suscitado el lúcido artículo de Joaquín Leguina".
Dice Marañón que hay una "idealización romántica de lo que fue la Segunda República" que pretende "deslegitimar la Transición".
Advierte a los que, como Cercas, quieren confinar a la oposición que él identifica con el franquismo "en el ominoso rincón que le corresponde". "No es difícil imaginar las consecuencias que tendría este arrinconamiento para nuestra convivencia política". Le sorprende a Marañón ver "quiénes son los que preconizan este planteamiento". "Los que pretenden asentar el fundamento de nuestro sistema democrático en 1936 pertenecen, en general, a la generación de nuestros hijos, que significativamente prefieren identificarse como nietos de la guerra que como hijos de la Transición", explica, y continúa: "Parece como si quisieran ahora lancear al régimen muerto para adquirir unos méritos que nadie puede pedirles".
El académico muestra su preocupación por estas actitudes. "Cabría esperar que los hijos de la Transición no acaben freudianamente con la obra de sus padres para lograr su propia justificación generacional".
Les recuerda a los de la "mal llamada Memoria Histórica" que "la Transición no es, como se pretende, un pacto de olvido, sino un pacto hecho desde el recuerdo de aquella realidad". Y le da a Javier Cercas una lección de Historia. "Cuando Javier Cercas se refiere al asalto que en 1936 sufrió la legalidad republicana, no cita que también en 1934 la legalidad republicana fue quebrantada… como fue quebrantada la convivencia republicana cuando algunos policías descontrolados asesinaron al líder de la oposición monárquica sin que el Gobierno lo condenara, y cuando ese mismo Gobierno renunció al monopolio de la violencia legítima, que corresponde al Estado de derecho, al distribuir las armas con las que se asesinaron a decenas de miles de ciudadanos".
Se pregunta Marañón "qué sentido tiene este viaje político a un pasado que aún divide emocionalmente a los españoles".