Hace sólo tres meses, el 23 de diciembre, el Rey Juan Carlos ofició la ceremonia de inauguración del obelisco de la plaza de Castilla, una inmensa columna estriada de 93 metros de atura diseñada por el renombrado arquitecto Santiago Calatrava. Era, según se dijo entonces, un regalo de Calatrava a la ciudad de Madrid. Pero de regalo nada, el obelisco costó 14,5 millones de euros que pagaron a escote Cajamadrid y el ayuntamiento de la capital, en razón de 9 la caja y 5,5 la corporación.
La entidad financiera celebraba con este singular monumento colocado en el centro de una de las plazas más emblemáticas de la ciudad su tercer centenario. Por ese motivo la inauguración fue por todo lo alto. Escoltaron al Rey la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, en representación del Gobierno, Miguel Blesa, entonces presidente de Cajamadrid, y, por supuesto, Alberto Ruiz Gallardón.
La peculiaridad de este impresionante monolito metálico recubierto de lamas doradas es que, gracias a un sistema hidráulico, se mueven de un modo helicoidal. Estas lamas, un total de 493, están hechas en bronce y recubiertas por una capa de pan de oro. El movimiento lo impulsan 126 motores de pequeño tamaño colocados tras las láminas. Una vez en movimiento el resultado es muy parecido al de la broca de una taladradora.
El obelisco se apoya sobre un trípode diseñado para servir de cimiento, ya que el suelo de la plaza de Castilla es hueco debido al subterráneo que se construyó hace dos décadas. Gallardón estaba radiante el día de la inauguración, a pesar de que el arquitecto ni siquiera se dignó a aparecer por Madrid el día de la inauguración. Blesa, por su parte llegó a afirmar que en el obelisco madrileño se habían conjugado "el diseño artístico, la potencia de la máquina y la ingeniería", para rematar asegurando que "No hay precedente de una obra así en ninguna otra ciudad”.
Un obelisco idéntico al que Calatrava diseñó para una universidad israelí
Esto, sin embargo, no es así. Meses antes de la inauguración del obelisco madrileño se inauguró en Haifa (Israel) –exactamente en centro del campus del Instituto Tecnólogico israelí–, un obelisco muy similar, prácticamente idéntico en todo menos en el color: el de Haifa es plateado mientras que el de Madrid es dorado. En aquella ocasión Calatrava sí que acudió a la inauguración y hasta dio un discurso, tal y como se puede ver en este vídeo.
El obelisco de la plaza de Castilla, por lo tanto, ni es original ni es un regalo. Dos mentiras que el alcalde supo ocultar muy bien el día de la sesión de fotos con el Rey. La tercera mentira la hemos comprobado más tarde, pocos días después de ser inaugurado: el monumento, que se movía armoniosamente el día de la inauguración, permanece inmóvil desde entonces.
La concejalía de Urbanismo, responsable del mantenimiento del obelisco, no responde. Se niega a atender consultas por teléfono y las deriva al frío correo electrónico que, por descontado, no responde. En la Fundación Cajamadrid, que fue la encargada de levantar el monolito, responden que ellos terminaron la obra y está en perfecto estado de funcionamiento, aunque “faltan algunas licencias municipales que aún no han llegado”. El Ayuntamiento, por su parte, se limita a hacer oídos sordos y a no responder las consultas. Una perfecta metáfora del estilo autoritario y chulesco de la administración municipal que personifica como nadie el propio Alberto Ruiz Gallardón.
Los habituales de la plaza de Castilla han visto funcionar el obelisco, pero sólo al principio. El dueño del quiosco que hay debajo de la torre este de Puerta de Europa me confiesa que “eso se movió el día de la inauguración y poco más, desde hace dos meses está ahí parado, hay gente que me pregunta, pero yo lo único que sé es lo que veo”. Junto al depósito del Canal de Isabel II, una señora de unos sesenta y pico que pasa diariamente por aquí para comprar churros en un puesto cercano, está muy molesta con el obelisco: “es un adefesio y he leído que lo pusieron ahí porque es algo masónico, estos son todos iguales, y no pega ni con cola, las torres KIO son plateadas y eso es dorado".
El presunto simbolismo masónico del obelisco de Calatrava es la primera leyenda que le han creado los madrileños. Si bien los obeliscos son, efectivamente, muy utilizados en la simbología masónica, las acusaciones de que, tanto Calatrava como Gallardón, son masones es un rumor sin confirmar.
La leyenda va aún más lejos. Dicen que para que un obelisco sea masónico tiene que ser más alto que la cruz de catedral. En este caso así es. La cruz que hay sobre la cúpula de la Almudena llega hasta los 73 metros de altura mientras que el obelisco tiene 20 metros más. Pero la obra de Santiago Calatrava no es estrictamente un obelisco, sino una columna inspirada en la que el escultor rumano Constantin Brancusi levantó en Targu Jiu a finales de los años 30.
Los que no saben si el monumento en cuestión es una columna o un obelisco son los policías municipales que regulan el tráfico de la plaza. Uno de ellos, amabilísimo, apoyado sobre el coche patrulla me dice que no tiene “ni idea de porque esto está sin funcionar, porque funcionar funcionaba, vamos, te lo garantizo”. Según el agente “tal vez sea por la crisis porque esto debe consumir mucha luz”. La intuición policial probablemente no falle y todo se deba a una simple falta de fondos para mantener el mecanismo funcionando. Un regalo envenenado el de Calatrava que, además de no serlo, cuesta un pico mantenerlo en funcionamiento.
El obelisco de Gallardón no funciona tres meses después de su inauguración
Inaugurado con pompa y ceremonia en diciembre, el obelisco móvil diseñado por Santiago Calatrava no se mueve. Una obra carísima que ni siquiera es original. El ayuntamiento no sabe no contesta.
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