L D (EFE) Luto y lágrimas en la catedral de La Almudena, en una ceremonia religiosa donde el único color lo pusieron los uniformes de los pilotos y las azafatas de Spanair, y los uniformes de los trabajadores de los servicios de emergencia que durante días ayudaron en el rescate de supervivientes y cadáveres.
Solemnidad y lágrimas en un funeral oficial y de Estado, lleno de autoridades de primera fila, de compañeros de trabajo, de allegados, de amigos y sobre todo de familiares, hasta 130 parientes de los 154 muertos, muchos de ellos niños, algunos hermanos y también muchos miembros de la misma familia.
El himno nacional y los aplausos al paso del cortejo de concelebrantes de la misa funeral y de los Reyes de España marcó el inicio de una ceremonia religiosa donde era imposible que la mirada no se tropezase con la presencia de pilotos uniformados.
Y en lugar preferente, compartiendo el espacio de la nave central con los Reyes, se encontraban el presidente de SEPLA y piloto de Spanair, José María Vázquez, y Javier Navas, jefe de la sección sindical, ambos compañeros de la tripulación fallecida en el trágico accidente del pasado 20 de agosto en Barajas.
Policías municipales, bomberos, miembros del Servicio de Urgencias de Madrid (SUMA) con los trajes reflectantes y más pilotos, entre otros, llenaban a rebosar la escalinata que se ubica delante del retablo de Juan de Juni. También psicólogos de la Unidad de Soporte Vital Avanzado recorrían con discreción los pasillos vigilando posibles eventualidades que pudieran surgir entre los familiares, dado el drama personal que atraviesan.
"¡No perdáis el ánimo ni la fortaleza para seguir el camino de vuestras vidas con amor y esperanza! dijo el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en una homilía seguida atentamente por los familiares. El Cardenal Arzobispo también recordó como uno de los casos más ejemplares y emocionantes, el amor de la madre gravemente herida "que entrega su vida a cambio de su niña de once años, pidiendo a los que la auxiliaban que primero salvasen a su hija".
Entre los concelebrantes había cuatro Provinciales de la Congregación de los Padres Paúles, en homenaje a un misionero de dicha orden fallecido en el accidente.
El calor sofocante también fue el protagonista de una ceremonia de más de una hora, donde abanicos y pañuelos fueron usados constantemente y donde faltó espacio y bancos para los numerosos asistentes al acto, que superaron las mil ochocientas personas. Al final de la ceremonia el obispo anglicano en Madrid Carlos López Lozano pronunció unas breves palabras en homenaje de algunas de las víctimas que profesaban esta confesión.
De nuevo y al igual que en el inicio, el himno nacional y los aplausos a los Reyes, que saludaron con la cabeza y la mirada a las familias, dieron por concluido el acto religioso.
Solemnidad y lágrimas en un funeral oficial y de Estado, lleno de autoridades de primera fila, de compañeros de trabajo, de allegados, de amigos y sobre todo de familiares, hasta 130 parientes de los 154 muertos, muchos de ellos niños, algunos hermanos y también muchos miembros de la misma familia.
El himno nacional y los aplausos al paso del cortejo de concelebrantes de la misa funeral y de los Reyes de España marcó el inicio de una ceremonia religiosa donde era imposible que la mirada no se tropezase con la presencia de pilotos uniformados.
Y en lugar preferente, compartiendo el espacio de la nave central con los Reyes, se encontraban el presidente de SEPLA y piloto de Spanair, José María Vázquez, y Javier Navas, jefe de la sección sindical, ambos compañeros de la tripulación fallecida en el trágico accidente del pasado 20 de agosto en Barajas.
Policías municipales, bomberos, miembros del Servicio de Urgencias de Madrid (SUMA) con los trajes reflectantes y más pilotos, entre otros, llenaban a rebosar la escalinata que se ubica delante del retablo de Juan de Juni. También psicólogos de la Unidad de Soporte Vital Avanzado recorrían con discreción los pasillos vigilando posibles eventualidades que pudieran surgir entre los familiares, dado el drama personal que atraviesan.
"¡No perdáis el ánimo ni la fortaleza para seguir el camino de vuestras vidas con amor y esperanza! dijo el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en una homilía seguida atentamente por los familiares. El Cardenal Arzobispo también recordó como uno de los casos más ejemplares y emocionantes, el amor de la madre gravemente herida "que entrega su vida a cambio de su niña de once años, pidiendo a los que la auxiliaban que primero salvasen a su hija".
Entre los concelebrantes había cuatro Provinciales de la Congregación de los Padres Paúles, en homenaje a un misionero de dicha orden fallecido en el accidente.
El calor sofocante también fue el protagonista de una ceremonia de más de una hora, donde abanicos y pañuelos fueron usados constantemente y donde faltó espacio y bancos para los numerosos asistentes al acto, que superaron las mil ochocientas personas. Al final de la ceremonia el obispo anglicano en Madrid Carlos López Lozano pronunció unas breves palabras en homenaje de algunas de las víctimas que profesaban esta confesión.
De nuevo y al igual que en el inicio, el himno nacional y los aplausos a los Reyes, que saludaron con la cabeza y la mirada a las familias, dieron por concluido el acto religioso.