A Pérez-Reverte le indigna la hipocresía que en no pocas ocasiones rechaza la emisión de imágenes "duras" causadas por las guerras, los atentados terroristas u otros conflictos, de las que se dice, según critica el escritor en su última columna en el XL Semanal, que son "una falta de respeto para lectores y víctimas".
A cuenta de este asunto, el creador del capitán Alatriste recuerda que esas quejas "coinciden exactamente con lo que una individua sectaria, desabrida y biliosa, hoy ideóloga ética en la telebasura y entonces directora de Informativos de TVE nos decía a principios de los 90". La referencia, aunque sin nombrarla, es clara: se trata de María Antonia Iglesias, que era la jefa de Reverte cuando éste era reportero de guerra para RTVE y cubría el conflicto bélico en la antigua Yugoslavia.
El escritor recuerda a sus compañeros que grababan las imágenes "jugándose la vida bajo las mismas bombas que mataban a esa gente". Pero aquello no gustaba a la Iglesias: "La jefa -tener esa jefa era una desgracia como otra cualquiera- se ponía como una fiera. No mandéis esas imágenes, que son muy fuertes. Malvados".
Solana, "negociador simpático"
También tiene Pérez-Reverte estopa para Javier Solana, por aquél entonces Secretario General de la OTAN y que según el escritor estaba "morreándose con los verdugos y repitiendo, con mucho plural de por medio, que todo iba a solucionarse de un momento a otro".
Además, el por entonces periodista recuerda que "mientras la cobarde Europa por él [en referencia a Solana] representada miraba hacia otro lado, en Sarajevo faltaba tierra para enterrar a la gente, y hasta los campos de fútbol había que convertirlos en cementerios".
Reverte explica también por qué en su opinión son necesarias estas imágenes: "Y es que no se han enterado de nada, rediós. Esos menguados olvidan que la función de las imágenes de guerra atroces es precisamente ésa. Sacudir, atormentar, herir la sensibilidad del lector, del espectador, lo más que se pueda. Decirle: mira, gilipollas, esto es real. Así muere la gente cuando la matan", sentencia el escritor, que explica que "ningún editorial de periódico, ninguna tertulia televisiva", logrará "hacer con sus argumentos que alguien odie tanto a los nazis como la brutal visión de las imágenes de Auschwitz o Dachau, a la hora de comer".
Sin embargo, el escritor termina contando la razón que él ve detrás de esta hipocresía que tan bien representaba María Antonia Iglesias: "Pero es que la cuestión real no es ésa. Lo que ocurre es que esta sociedad anestesiada, egoísta, que a pesar de la que está cayendo fuera y dentro sigue sin querer enterarse de en qué peligroso mundo vive, está empeñada en que nadie le altere el pulso. En que no la despierten de su imbécil sueño suicida. Lo que pide, o exige, es vivir cómodamente sentada en el sofá, zapeando entre anuncios con gente que baila y sonríe, Sálvame y el puto fútbol".