Gerard Quintana está sufriendo en carne propia el integrismo del nacionalismo catalán. Este jueves, en un artículo en El Periódico, cuenta la pesadilla que está viviendo desde que, en un programa de TV3, se descubrió que habla en castellano con su familia.
"Me he levantado hace poco. El día antes no pude dormir mucho. Tras la emisión de El invitado, la noche fue movida. El teléfono y el ordenador parecía que tenían vida propia y cada vez más mala leche. Ana se despertaba a menudo. Soñó que la entrevistaban en catalán y que ella respondía en castellano. Hasta que llegó una viejecita amable y luminosa y se pusieron a hablar sin idioma. El niño ha despertado varias veces", dice.
Tras una cita frustrada con el alcalde de Gerona, Quintana se dispone a mirar el correo. Hay una avalancha de mensajes. "El Twitter también va lleno, como el Facebook. Mucha gente dando su apoyo. Otros, argumentando sus divergencias. Y más de los que quisiera traspasando la línea del respeto y entrando directamente a la lapidación verbal. Incluso he visto un tío apostando en Twitter que me lo he hecho con mi hijastra. Apago el ordenador y me voy a dormir. La sensación es de cierta tristeza. Hace tiempo que no creo en la especie humana, ni en los colectivos en que las personas delegan su identidad hacia un ente invisible".
El líder del grupo de rock catalán, firme defensor del independentismo, no cree que tenga que justificar nada. "Sé cuál es el precio de no ajustarse a ninguno de los clichés de una realidad polarizada. En medio hay un mundo diverso y mestizo que vive en tierra de nadie. Y que a menudo no se siente representado en este juego de identidades enfrentadas y de lenguas que se afilan como armas, las unas contra las otras".
Tras la avalancha de críticas, Quintana tiene la sensación de haber abierto "la puerta de tu lugar más sagrado y que la gente ha entrado a cagar dentro". Cree el músico que ha abierto un "debate pendiente". "Si este país aspira a la independencia debe tener un espíritu integrador. Si empezamos asumiendo posturas tan excluyentes quiere decir que no reconocemos el monstruo que nos mira desde el espejo. Yo quiero vivir en un país libre formado por personas libres", explica.