Los jóvenes católicos tardarán mucho en olvidar lo vivido durante estos intensísimos días en la capital de España. La fiesta de la Fe que durante una semana atrajo a Madrid a cientos de miles de personas supuso un soplo de aire fresco y un impulso para la Iglesia.
El Santo Padre lo advirtió nada más pisar suelo patrio, el pasado jueves: "No os avergoncéis del Señor", les pidió. "Es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a mantenerse firmes en la fe y asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida", sentenció.
Y los jóvenes tomaron buena nota y abarrotaron durante días Madrid con gran ejemplaridad. Cánticos y sonrisas frente a los grupúsculos de radicales que intentaron, sin conseguirlo, ensombrecer unas jornadas que han hecho historia. Libertad frente a intolerancia, en voz de uno de los peregrinos.
El vicario de Dios en la tierra reconoció que los jóvenes católicos hoy no lo tienen fácil ante el "verdadero rechazo" del cristianismo. "En la sociedad actual se constata una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia", afirmó Benedicto XVI.
Pero entonces una marea humana se trasladó al aeródromo de Cuatro Vientos para dejar claro al Papa que la juventud católica sigue viva, que no se avergüenza. "Yo pensé que en España éramos pocos", decía un peregrino atónito ante la masiva afluencia. "Un gozada", "lo mejor que me ha pasado nunca", "una auténtica fiesta".
El rostro de Su Santidad reflejaba su enorme satisfacción: nunca antes en la historia del país se había visto una concentración católica tan grande. Más de un millón y medio de almas, según fuentes tanto de la Organización como de la Policía. Y todos estaban allí por su Fe y por su amor al Papa.
Los elementos más adversos no mermaron esa alegría desbordante que se mantuvo intacta durante todas las jornadas. Calor sofocante de más de cuarenta grados, primero, y una fortísima tormenta, después. Pero nada: "¡Vuestra fuerza es mayor que la lluvia!", proclamó un Papa rejuvenecido en la histórica vigilia de Cuatro Vientos.
"Hemos vivido una gran aventura juntos. Firmes en la Fe de Cristo habéis resistido la lluvia", sentenció, ante el júbilo de una juventud que demostró cómo se pueden hacer bien las cosas.
En la jornada de clausura, el Santo Padre insistió en su mensaje, convencido no obstante de que había calado entre su generación de jóvenes: "El mundo necesita de vuestra fe, necesita a Dios. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. A vosotros también os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes (...) y no se dejan seducir por faltas promesas de un estilo de vida sin Dios".
"No se puede seguir a Jesús sin la Iglesia", añadió, defendiendo a una institución que muchos critican. Una Iglesia que vive en los jóvenes: "No os guardéis a Cristo para vosotros mismos", reclamó.
"La JMJ deja una semilla de fe y humanidad en la sociedad", concluye la Iglesia. Y eso sin contar los beneficios económicos que para Madrid ha supuesto la visita del Papa o la constatación de que la ciudad puede organizar el más importante de los eventos mundiales.
En definitiva, unas jornadas históricas y un Papa que deja España con la convicción de que la juventud sigue viva y que lo que toca ahora es trabajar mucho y duro para impregnar lo vivido en Madrid por todo el mundo.