Un nuevo "edificio" construido con palés, un buen número de tiendas de campaña, unos paneles repletos de dibujos y mensajes y varias estructuras al más puro estilo chabolario forman el gran retén que los indignados han dejado en la Puerta del Sol con ánimo de permanencia.
Y es que pese a su anuncio de que abandonaban la acampada y pese a que la situación sí ha mejorado algo en la plaza, especialmente para los sufridos comerciantes de la zona, la realidad es que la Puerta del Sol sigue sin estar completamente libre de la ocupación de los indignados: unas pocas docenas de ellos siguen allí con la intención de quedarse si nadie se lo impide. Y de momento no aparece la autoridad dispuesta a impedírselo.
El nuevo poblado es de dimensiones más reducidas, pero a pesar de ello ocupa todavía un espacio importante de la Puerta del Sol: entre el nuevo "edificio", las tiendas que han permanecido y algunos anexos unos 200 metros cuadrados de asfalto siguen ocupados en algo que ya no se sabe si es una manifestación, una revolución o un simple caso de okupas en plena vía pública.
Trato de favor
Si bien los comerciantes de Sol, grandes perjudicados de toda esta historia, han sentido cierto alivio al ver la gran favela en que se había convertido su plaza reducir considerablemente su tamaño, este sentimiento ha pasado pronto a convertirse en auténtica irritación al comprobar que, tras un mes de acampada, los indignados no tenían ningún problema en levantar un edificio a coste cero, sin que ninguna autoridad les diga nada.
Y es que mientras que los dueños de kioscos de prensa, de tabaco o de loterías pagan importantísimas cantidades al ayuntamiento para tener sus negocios en suelo público (y todos los demás impuestos relacionados con cualquier actividad económica) los indignados están en la mejor ubicación de la capital sin invertir un euro.
Los kioscos de prensa, por ejemplo, abonan unos 1.800 euros al año sólo por las tasas municipales, pero hay ejemplos todavía más grotescos: tal y como contaba el representante de los comerciantes de la zona a Libertad Digital TV, colocar un escenario de 50 metros cuadrados para actuaciones navideñas les supone 1.500 euros... en sólo 15 días.
Si fuera una terraza...
En Sol no hay ninguna terraza porque no se otorgan los permisos municipales para ello (ya les gustaría a los bares de la zona disponer del espacio del que disponen los indignados) pero sí las hay en la cercana Plaza Mayor, que puede servir como un referente válido.
Allí, tal y como nos cuenta el responsable de uno de los muchos bares con mesas en la calle, el Ayuntamiento les cobra no menos de 3.000 euros al año por poder ofrecer su servicio en el exterior, un precio que además "suben cada año una barbaridad".
Y eso no es todo, además les obligan a otros gastos que resultan cargas casi tan pesadas como las tasas: unos muebles para cubiertos y vajilla y un atril para la carta que han tenido que comprar obligatoriamente les han costado 4.000 euros más. Así mismo, todas las mesas y las sillas de todos los bares son iguales para preservar una estética por la que es obvio que nadie se preocupa unos metros más allá.
Pero la persecución municipal no acaba ahí: "Recibimos denuncias constantemente y por cualquier cosa, por ejemplo unos papeles que el viento haya traído a nuestra terraza; y casualmente todas nos llegan a partir de las tres de la mañana, cuando no hay nadie, al inspector municipal nunca le vemos el pelo".
Tanto rigor contrasta con la situación en Sol, evidentemente, pero lo que es todavía peor, pone en riesgo a las propias empresas: "La situación es muy complicada, todo esto de Sol nos ha afectado y cada vez se hace más difícil aguantar". El restaurante con el que hablamos tiene 14 empleados, por ahora: "No hemos despedido a nadie porque es gente que lleva mucho tiempo con nosotros y le partes la vida por la mitad, pero no sé si podremos seguir así".
De hecho, y en una situación que ya no era sencilla la acampada de los indignados también ha afectado a comercios y restaurantes en la Plaza o la calle Mayor, según me cuentan varias personas.
"En 40 años no había visto nada así"
Pero lo peor lo han pasado, lo están pasando, aquellos cuyo negocio está en la propia Puerta del Sol, uno de los kiosqueros nos cuenta que ya en una situación normal "tengo que trabajar unas 16 horas al día para ganarme un sueldo decente" pero que gracias a los indignados ha dejado de facturar "unos 7.000 euros, y eso representa unos 3.000 euros de pérdidas".
Lógicamente, lo suyo sí que es indignación, cuando dos clientas le preguntan por lo ocurrido los calificativos para sus "vecinos" son irreproducibles y sólo comparables a los que dedica al ministro del Interior y al alcalde, pero también hace un análisis algo más fino: "Eso tan bohemio y tan bonito de mayo del 2011 no se lo cree nadie".
Como difícil de creer es lo que le ha pasado en el último mes: "Llevo 40 años en la plaza y he visto de todo, incluso una manifestación de monjas que protestaban por un puticlub y que se encontró con la manifestación de las prostitutas, pero esto... esto no lo había visto nunca".