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"¡Corridón, ha cortado una oreja el Juli y dos Manzanares!"

El triunfalismo desborda Las Ventas, en una tarde en la que toros y toreros estuvieron por debajo de lo esperado.

El triunfalismo desborda Las Ventas, en una tarde en la que toros y toreros estuvieron por debajo de lo esperado.

Hay pocas cosas que le gusten más a un buen taurino moderno que contar lo bien que se lo ha pasado en los toros. Es lógico. Uno se gasta 70 euros en invitar a la mujer a Las Ventas, se pide la tarde libre y se marcha pavoneándose del despacho porque va a ver a las figuras; no debe ser fácil llegar cabizbajo al día siguiente a la oficina y contar que ha habido un par de ovaciones y un toro que se movía.

Los taurinos que este miércoles acudieran a la plaza madrileña podrán disfrutar de lo lindo. Uno ya empezaba mientras bajaba las escaleras del coso madrileño hablando por el móvil: "¡Corridón, ha cortado una oreja el Juli y dos Manzanares!". Luego, su interlocutor debió pinchar algo más, porque el tipo empezó a cabecear: "Bueno, en realidad no ha sido para tanto, ¡pero una Puerta Grande es una Puerta Grande!".

La novena de Feria era la gran cita. El todo Madrid se juntaba este miércoles en Las Ventas para ver a las máximas figuras: el dominador del escalafón durante los últimos cuatro años, el gran animador de las grandes ferias y el hombre que cortó cuatro orejas e indultó un toro hace apenas menos de tres semanas en Sevilla. Y, por si faltara algo, venía la ganadería del momento, la que propicia grandes triunfos casi cada semana.

Hasta el tercer toro la cosa iba torcida. El Juli había estado sólo correcto con un primero impropio de la que se denomina primera plaza del mundo y que, para rematar, no se movía ni a tiros. Castella era incapaz de levantar la tarde con un segundo muy protestado. Y Manzanares parecía vulgar con una faena eterna al noblote tercero, al que toreó con muchas más precauciones que las que merecía su buen conformar y que le enganchó la muleta casi en cada pase.

La cosa no podía acabar así... y no acabó. A ver si sólo iban a poder presumir los que estuvieron el día anterior viendo a Talavante.

En honor de los taurinos hay que decir que los toreros también pusieron algo de su parte. El Juli, por ejemplo, estuvo más atento a la lidia e intentó un quite por chicuelinas que le salió sólo correcto, pero animó al personal. Luego, en la faena de muleta, le costó un mundo hacerse con un toro que iba y venía, sin malas intenciones pero sin esa chispa a la que antes se llamaba casta. La faena estuvo llena de enganchones, series que se perdían en el limbo cuando parecían remontar y algún pase limpio. Destacaron dos tandas de redondos largos, mandones y muy por abajo, que enlazó con sendos cambios profundos y templados. El personal se calentó y perdonó a Julián su falta de colocación y su tendencia a encorvarse en exceso. En cualquier caso, cuando mató de una estocada desprendida, no había más de un 30% de petición. Algunos ni miraban al palco, como si supieran que no les iban a dar la oreja (porque se la dan a ellos, no al torero). Pero se ve que el presidente también quiere pavonearse este jueves en la oficina... y sacó el pañuelo.

Castella se llevó la parte mala. Estuvo peor que sus compañeros y, además, no le iban a ver a él, que ya está algo pasado de moda. Ahora mismo viste más una oreja del Juli que una de Castella. El francés, para que se viera que venía con ganas, hizo un quite de chicuelinas sin demasiadas apreturas y luego brindó el toro, lo que siempre es algo muy celebrado. Además, empezó en el centro del ruedo, con un par de pases cambiados, de los que levantan aplausos facilones, aunque estos no fueron especialmente ajustados. Luego la faena se vino abajo, en parte por el toro, un borreguito que transmitía menos emoción que la última gala de Eurovisión. Tampoco Castella estuvo fino y se fue embarullando en interminables tandas por la derecha. Al final, la gente hasta se impacientó. ¡Había que ver a Manzanares!

El alicantino es el torero del momento. Es joven, dicen que guapo y torea con mucha clase. Además, ha cortado cuatro orejas en Sevilla. La suerte hizo que se encontrase al toro casi perfecto para el toreo moderno: noble, con una pizca de casta, mucho recorrido y una embestida incansable. No salva la cara Núñez de Cuvillo con este ejemplar, pero al menos no se va de vacío tras dos tardes y diez toros en apenas tres días.

Manzanares fue de menos a más. Empezó toreando despegado, sin echar la pata p'alante y más bien a media altura. Luego se debió dar cuenta de que el toro no se comía a nadie, se fue confiando y empezó a torear de fuera adentro, a alargar los pases, a acabarlos por abajo, a ligarlos de cinco en cinco y a rematarlos con pases de pecho largos, ajustados y despaciosos. No inventó el toreo, ni vino Cúchares redivivo a verle, pero estuvo por encima de la vulgaridad general, aunque a veces dio la sensación de que se dejaba algo de toro. Luego, realizó la que puede ser la estocada de la Feria, en los medios, recibiendo y hasta la bola.

Y claro, surgió la comparación con el Juli, que se había llevado una oreja con un 30% de petición, y el presidente pensó en sus compañeros de trabajo. Me lo estoy imaginando mañana, en la zona de vending, durante el desayuno: "Quintana, fue espectacular, lo tenía que haber visto: una oreja para el Juli y dos para Manzanares".

Ficha de la Corrida:

Con lleno de "no hay billetes", se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo y dos -primero y quinto- de Ortigao Costa, desiguales de presencia y juego. Los mejores, tercero, cuarto y el gran sexto.

"El Juli", silencio y oreja muy protestada. Sebastián Castella, palmas y silencio tras aviso. José María Manzanares, palmas tras aviso y dos orejas.

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