El historiador Sönke Neitzel y el psicólogo Harald Wetzer analizan en el libro Soldaten (Soldados) la morbosa fascinación por la confrontación bélica que se apoderó de muchos soldados alemanes.
Neitzel y Wetzer intentan terminar con el mito de que el papel del ejército alemán fue respetable en la II Guerra Mundial, no siendo cómplice directo de los crímenes de los nazis, en contraste con las unidades especiales de las SS.
El mito se había quebrado con una exposición llamada Vernichtungskrieg. Verbrecher der Wehrmacht (Guerra de exterminio. Crímenes del ejército alemán), que recorrió Alemania entre 1995 y 1999. Esta exposición generó protestas en algunas de las ciudades donde se instaló.
Los testimonios de soldados alemanes recogidos en Soldaten no dejan lugar a dudas de que matar y saquear no les producía problema ético alguno. Además, en algunos casos, hasta les proporcionaba placer. "El segundo día de la guerra en Polonia tuve que lanzar bombas sobre una estación en Posen. No me gustó. El tercer día, me dio igual, y al cuarto, ya me gustaba", dijo un soldado en una conversación grabada el 30 de abril de 1940. "Nuestra diversión matutina era cazar soldados enemigos a través de los campos con ametralladoras y dejarlos tendidos con un par de balas en la espalda", agregó el mismo soldado.
Otro, al describir un bombardeo en el que los caballos "saltaron por los aires", dijo que "los caballos me daban lástima, la gente no. Los caballos me dieron lástima hasta el último día".
Neitzel encontró estas terribles declaraciones en archivos británicos y estadounidenses, mientras hacía un estudio sobre la guerra en el Atlántico.