El pasado jueves, la consejera de Sanidad de la ciudad-estado de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storks, lanzó la idea de que el brote de la bacteria E.Colis, que estaba sembrando el pánico en Alemania, podía tener su origen en una partida contaminada de pepinos españoles y comercializada en el mercado central de Hamburgo. Se basaba en un análisis aleatorio sobre cuatro pepinos en los que se habría encontrado la bacteria causante de la enfermedad. Tres de ellos, según se dijo, eran de nuestro país.
Los efectos de sus palabras fueron demoledores para la agricultura española: las ventas se desplomaban, regresaban a España camiones repletos de pepinos y otras hortalizas y naciones como Rusia anunciaban el veto a las exportaciones. Los productores, indignados, denunciaban pérdidas de hasta 200 millones al día y la inacción del Gobierno.
Con el daño ya hecho, ha llegado la rectificación: la misma consejera que puso en el punto de mira a España, anunció este martes que los análisis practicados en laboratorio a los pepinos apuntan que dos de ellos no están infectados de la cepa causante del brote, por lo que la infección no se originó por su consumo. Después quiso justificar sus acusaciones iniciales apuntando que, de todas formas, en los pepinos españoles se hallaron agentes "patógenos", en alusión a los restos de bacteria E.colis de una cepa que nada tenía que ver con el brote de Hamburgo.
Ahora, la búsqueda empieza de nuevo: con 1.400 infectados y 15 fallecidos supuestamente por la bacteria –la Comisión Europea sólo reconoce a tres de ellos-, la prensa alemana, que informó en su día del origen español de los pepinos sospechosos, certifica que no hay pistas sobre cuál puede ser el origen de la infección.
Mientras lamentan las pérdidas en la agricultura germana y los "vacíos" estantes en los mercados –hay quien compara la psicosis con las verduras crudas a la situación que se vivió tras la explosión de Chernobyl-, admiten que las indagaciones han de comenzar desde el principio. El foco del que se sigue sospechando es el mercado central de Hamburgo, con exámenes aleatorios a verduras y hortalizas en este punto de venta y en otros de la ciudad, y sigue vigente la recomendación de Sanidad de no consumir verduras crudas pero también hay expertos que apuntan a otras vías y que dejan ver hasta qué punto están perdidos en la búsqueda del origen de la infección. Una investigadora de la Universidad de Münster consultada por el Suddeutsche Zeitung apunta que el origen podría no ser animal, sino que la bacteria, muy común, estuviera latente en algunos de los pacientes y que por causa desconocida se hubiera desatado la infección.
El temor, mientras tanto, crece en Alemania. Diarios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung hablan de hospitales repletos de afectados o supuestos afectados y recogen declaraciones del ministro de Salud alertando de que la infección va a seguir extendiéndose y que previsiblemente va a haber más muertos.
En Der Spiegel, destacan la existencia de unos test rápidos, que dan resultados en cuatro horas sobre la existencia o no de la cepa peligrosa, y que podrían facilitar la localización del origen ahora que vuelve a ser desconocido. Pero alertan, como el resto, de que las posibilidades, una vez descartado el pepino español, se multiplican.
Menor es el espacio que se ofrece a la reacción indignada de los empresarios españoles y a la tardía exigencia de explicaciones de nuestro Gobierno. El país ya está inmerso de nuevo a la búsqueda de un nuevo culpable que le permita poner coto al brote y evitarse más pérdidas económicas.