Mariano Rajoy ha elegido lo más sencillo y lo más barato: contentar a los nacionalistas, a la progresía y a los centristas de su partido y alrededores. Contra lo que él mismo, en un autoelogio bastante alejado de sus buenas costumbres, proclamó ayer en el desayuno de Europa Press, lo difícil es hacer frente a la crisis real de un partido, el suyo, que en Cataluña se deshace por meses y que está condenando a la insignificancia y la extinción en cuanto salga el partido de Boadella, Arcadi, Carreras y compañía.
Si Rajoy conserva a Piqué por conquistar votos, debe saber que mantener la línea de contemporización con el despotismo nacionalista que antes, durante y después del Estatuto han mantenido Piqué, Vendrell y compañía es la mejor manera de perderlos. Si es por tener una imagen “moderada” del PP en el conjunto de España, no está la situación para moderaciones sino para resoluciones. No se puede ser moderadamente decente, estar moderadamente en contra del terrorismo, ser moderadamente adversario del separatismo, estar moderadamente a favor de la Nación y la Constitución. No sólo no se debe, es que, además, no se puede. La realidad no te deja.
La iniciativa de Rajoy de pedir millones de firmas para que los españoles podamos votar en referéndum la liquidación del régimen constitucional, o sea, para que podamos oponernos al nuevo Estatuto de Cataluña, es difícilmente compatible con el mantenimiento de una dirección al frente del PP catalán que ve cosas muy positivas en el estatuto de marras. Yo no sé cómo va a atacar Rajoy el Estatuto mientras Piqué lo defiende ni cómo va a pedir a la ciudadanía que lo combata mientras su partido en Cataluña no se aclara si está a favor o en contra, si se une o no al Cuatripartito y se convierte ya en Totopartito, para que así todos los partidos catalanes sean nacionalistas.