De acuerdo con las expresiones más comunes de los medios de comunicación, los asesinos que ponen bombas en Irak, o degüellan a su gusto a inocentes trabajadores, han pasado de ser "la resistencia" para convertirse en "la insurgencia". Pero hay algo que no cuadra en esta descripción. Por ejemplo, Abu Muza Al-Zarqawi sigie siendo presentado como el cerebro y el motor de la mayoría de ataques y atentados que se cometen contra americanos y contra los propios iraquíes. Es muy posible que esto sea cierto, pero en esta verdad radica la quiebra del razonamiento sobre la insurgencia. ¿Cómo explicar que un extranjero, un palestino de origen jordano, que ha pasado más años de su vida en Irán que en ninguna otra parte, pueda ser considerado un seguidor del régimen baasista de Saddam Hussein?
No, la lógica de Zarqawi es otra y tiene poco que ver con la defensa de un régimen al que despreciaba. A Zarqawi le da igual el destino de los iraquíes, aunque su única preocupación hacia ellos es que no saboreen las mieles de la libertad. Lo importante para este terrorista de quien Bin Laden ha declarado ser su lugarteniente en Irak, es luchar contra América, por lo que representa y por lo que de cambios para bien puede llevar a esa región con la estabilización del país.
Según estimaciones de inteligencia, Zarqawi podría estar utilizando a cerca de tres mil jihadistas venidos de fuera de Irak para librar su peculiar guerra santa contra Occidente. Obviamente, eso no agota los números de quienes se oponen violentamente a la normalización de Irak. También se estima que los sunnis relacionados directamente con la guerrilla ascienden a unos 15.000. Pero sería un grave error estratégico pensar que, simplemente por esta asimetría en los números, la guerrilla persigue objetivos puramente iraquíes, responde a objetivos puramente iraquíes o se alimenta exclusivamente de recursos puramente iraquíes.
Hablar de resistencia o insurgencia, valga el caso, limita artificialmente la batalla que se está librando en Irak entre seguidores de Saddam y las fuerzas de la coalición, cuando, en realidad, el conflicto es mucho más amplio y ambicioso. Por un lado, tiene una fuerte componente regional. Se sabe que Siria ha estado jugando un papel relevante desde antes del final de la Operación Iraqi Freedom. Lo último conocido, permitir que terroristas de la asediada Faluya cruzaran su frontera con total impunidad, logrando escapar, así, a las fuerzas que les perseguían. Pero también está Irán. Todo el mundo temía una cooperación entre shiís iraníes y shiís iraquíes del sur, pero lo que se está produciendo es una colaboración activa entre los ayatolas iraníes y los sunnis del centro de Irak, en pos de una estrategia que favorece a Irán: La libanización del país vecino. Es posible también sentir la huella del wahabismo saudí en los atentados suicidas y en la radicalización religiosa del centro iraquí. Por otro lado, aislar lo que pasa en Irak de la guerra declarada por Bin Laden y la jihad islámica contra el mundo occidental nubla por completo lo que está pasando en Irak y la importancia que tiene el proyecto democratizador de ese país.
En todo caso, ¿alguien puede explicar con claridad y concisión por qué objetivos estratégicos lucha la famosa insurgencia iraquí? Tal vez de la respuesta se dedujera un importante cambio de percepción sobre la misma y, por ende, de denominación.
PS. No es más que terrorismo
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos