Excelente, por no decir extraordinario, es el resultado del PP en las elecciones europeas. Si dura la campaña una semana más, las gana. Aún así, dos puntos justos y trescientos mil votos es escaso botín para un PSOE cuyo líder Rodríguez Zapatero, de creer a las encuestas, está aún en estado de gracia, cuyo Gobierno no ha tenido aún tiempo para desgastarse y cuya abrumadora mayoría mediática debería haberle permitido horadar la base electoral del PP. Ha sucedido lo contrario: el PP ha demostrado que tiene una base social extraordinaria, que se crece en la adversidad y a la que la estancia en el Gobierno le importa bastante menos que a sus dirigentes políticos. La Derecha sociológica tiene una solidez, una fortaleza ideológica y moral que para sí la quisieran esos politicastros carquiprogres que se pasan la vida pidiendo perdón por los que les votan. Deberían pasarse la mitad, al menos, dando gracias por tener unos votantes que no se merecen.
Otros, sí se lo merecen. Y Mayor Oreja está entre ellos. El líder vasco y español logra un resultado de los que pueden aspirar al término taurino “salir por la puerta grande”. Mayor sale a hombros de la política nacional, como merece su trayectoria, y entra en la gestión europea de los asuntos nacionales con un respaldo moral indiscutible. Tras la lógica amargura de no haber sido designado por Aznar para aspirar a la Moncloa, y tras unos comienzos de campaña que parecían de la que no había podido librar más que de la que debía dar, el número uno del PP se ha venido arriba, sin duda contagiado por el entusiasmo de la organización del partido, de sus afiliados, simpatizantes y votantes. No había nada nuevo en el PP, salvo la más que notable revelación política de Luis Herrero. Podía haber sido una campaña de lamentaciones o, lo que es peor, de disimulos. Ha sido de reivindicación de la Derecha española, la que estuvo en el Gobierno, la que está en la Oposición y la que está en la calle. Y ese decir “aquí estamos”, ha obtenido su fruto.